Ante el pánico desatado en amplios círculos del poder, por las revelaciones sobre las transacciones monetarias de quien fue máximo representante del estado, algunos de los argumentos esgrimidos por quienes pretenden defender al emérito -aunque en realidad en muchos casos lo hagan para justificarse ellos mismos- no pueden sino suscitar asombro. Uno de los últimos ha sido el expuesto por Felipe González, atribuyendo las informaciones a una campaña orquestada con objeto de tumbar el régimen del 78. Ya de paso, menciona los documentos de la CIA sobre el GAL, como viejos y carentes de importancia salvo para la ya mencionada campaña de descrédito de la transición y sus artífices. Que alguien como Felipe González, durante cuyo mandato como jefe de Gobierno, se creó y financió el terrorismo de estado, nos venga ahora con teorías conspiranoicas, demuestra la cara dura de algunos que nos gobernaron y aún desde su dorado retiro pagado por todos, se permiten dar lecciones de democracia. Mas célebre aún es el de quienes aludiendo a la dificultad del proceso para realizar cambios en la constitución, nos aconsejan olvidarnos de cualquier veleidad republicana, olvidando que cualquier ley, en el marco de los Derechos Humanos, debe estar al servicio de la voluntad popular, esa misma, que por si acaso no consultan, no vaya a ser que se lleven un disgusto.