La evolución hacia una situación equilibrada entre sostenibilidad, coherencia y bienestar creo que pueden ser un objetivo necesario, deseado y atractivo para muchas de los gobiernos y sociedades que hoy día se consideran desarrolladas. A Iruñea no logro clasificarla nítidamente. ¿Desarrollada? Supongo. ¿Evolucionada? En según qué ámbitos. ¿Coherente? Muchas veces, no. Y cuando escribo de la ciudad, me refiero a los ejecutores que hacen y deshacen por el bien del progreso y de la economía de la ciudadanía. Va de economía insaciable e ignorancia ambiental. En el inmenso solar preparado tras la demolición del colegio de los Salesianos en pleno Segundo Ensanche se anuncian ya pisos con txoko y piscina que albergarán esas torres tan acordes con la arquitectura de la zona. Ya sabemos que la pasta arrasa, pero ¿no se podía haber aprovechado aquel edificio para construir apartamentos en su interior, y una extensión, se me ocurre, del parque de la Media Luna? ¿Qué me dicen de la enorme tala de arbolado en el parque de Irubide de la Txantrea? Decenas de años aportando oxígeno, sombra, y desconexión verde del centro, sesgados en segundos a manejo de motosierra en previsión de una rotonda de unión hacia otra nueva construcción de 500 viviendas. Pondrán cuatro palos y ya irán creciendo. Sí hombre, sí. Y habrá que ver cómo acaba tras las obras. Nada nuevo bajo la penumbra consistorial. El arrase del arbolado de la Plaza del Castillo en pro del aparcamiento subterráneo se llevó a cabo de madrugada y con la plaza cercada con antidisturbios. La entonces alcaldesa Barcina prometió recuperar la superficie original y, casi veinte años después, los plataneros mal sobreviven en las cada vez más tórridas tardes de verano, enterró los mosaicos y ¿especuló? con losetas. Idéntica actuación se utilizó para levantar la plaza de San Francisco, el aparcamiento de la Plaza de Toros, la reestructuración de Arantzadi o los inmensos ejemplares que refrescaban, sobre todo, el segundo tramo de la avenida Carlos III desde Merindades a la plaza de la Libertad. Creo que los avisos desde la naturaleza son más que evidentes como para cerrar los ojos, tirar de excavadora por el bienestar, y el que venga después que tire con lo que se encuentre. Propuesta para el próximo invierno, regalar un árbol para plantar.