sun cerró el móvil, vino sollozando hacia mí y enjuagando las lágrimas con el dorso de su mano, me dijo: -siempre que hablo con mi tío pienso en lo mal que estará pasando encerrado por culpa del covid. Su tío, de noventa y cuatro años, fuerte como un buey, lúcido como un chaval y vital como un niño, según ella, vive en una residencia de ancianos desde hace diez meses y enviudó hace dieciocho. En cuanto hizo el duelo habló con su hermano Francisco y su hermana Conchi para comunicarles que estaba valorando pasar el resto de sus días en una residencia, lo cual le supondría destinar los ahorros, la pensión, firmarle al banco una especie de hipoteca inversa con la casa como garante y dejar a los sobrinos sin herencia. Sería eso o seguir en casa a su cuidado. Hermanos y sobrinos apoyaron su decisión. Asun se dio a la tarea y ayudada por alguien de la junta de ingresos, con paciencia y una buena dosis de suerte, la desdicha de alguna familia, consiguió una plaza para el tío Feliciano. Allí se reencontró con varios amigos, con los que rememoró otros tiempos mientras jugaban al mus, veían la tele o paseaban. Pero vino la primera ola del covid 19 y puso todo patas arriba, se cargó a noventa residentes, entre ellos los cinco chantreanos y rochapeanos con los que había hecho cuadrilla. También resultó contagiado, pero asintomático. Más tranquila, medio sonriendo, siguió: -Mi tío nos contó que el peor día fue al inicio del confinamiento cuando un empleado del tanatorio se equivocó y pasó dos veces empujando la camilla con un residente muerto por medio del comedor, la primera vez buscando la salida y la segunda rectificando el camino y todos los abuelos ojipláticos, preocupados pensando en que les seguía el turno, alguno dejó de comer y otro se sobaba la barba, como pensando en ponerla a remojar. Suspiró, hizo una pausa y añadió: -No veas cómo se reía contándonos tan pavorosa escena. Hizo un breve silencio y se consoló porque el tío Feli, como le dicen de cariño, aprovecha el confinamiento para informarse con los telediarios sobre el día a día con la tele que se llevó de casa. Siguió: -El tío dice que a Pedro Sánchez le han faltado cojones para poner en cintura a la Díaz Ayuso, que lo sabotea día sí y día también, y para tomar decisiones de fondo, como sería un nuevo confinamiento. Dice, además, que si fuera el Coletas ya la habría mandado de paseo, como hizo con la Teresa Rodríguez y con la que echaron de Podemos aquí en Navarra. Que la Ayuso le parece una niña malcriada, caprichosa y un poco oligofrénica. Repite, no sabe si lo escuchó en alguna de las tertulias de radio o tv o si lo leyó en alguna parte, que la Díaz Ayuso sacó la caradura de Esperanza Aguirre, la arrogancia de Aznar y la ignorancia de la Botella. También dice que la de Podemos de Navarra, que echaron, se le parece a la gilipollas madrileña: igual de impertinente, de imprudente y de temeraria y que si hubiera llegado a presidir el Gobierno de Navarra estaríamos en las mismas o en peores condiciones que en Madrid. Que otra cosita es la Chivite que le plantó cara a la hostelería, no a los camareros ni a los cocineros, a los grandes hosteleros que se han hecho de oro en los tiempos normales, que esos son los que no se contagian porque administran desde las oficinas de los asesores o desde apartamentos o mansiones de lujo, lejos del bicho. Que los camareros, los cocineros y los dueños de los pequeños negocios tienen ayudas y ERTE, aunque sea poco, eso es mejor que contagiarse haciendo dinero para otros. Bobos si se dejan utilizar para las protestas. Pero dice que se quedó corta sin atreverse a cerrar el comercio, ni las fábricas, que sería mejor cerrar ahora para tener a quién venderle después y dejar de producir ahora para poder producir después. -¿Y qué opinas de lo que dice tú tío?, le pregunto.

-Él siempre ha sido muy sensato, siempre le asiste la razón.