Esta carta la escribo desde el corazón y para hacer reflexionar a muchos de los profesionales que tenemos y que velan por nuestras vidas, porque de otro modo la rabia y el enfado que tengo me harían decir cosas que luego me arrepentiría de ello y es justo lo que no quiero. Mi madre tiene alzhéimer desde hace varios años, soy hija única, y se rompió la rótula la semana que nos confinaron. El 5 de mayo le operaron, en tiempos muy difíciles por la pandemia que estábamos viviendo y que tenía a medio mundo paralizado. Quiero agradecer a nuestra médica de cabecera, a la Clínica Universidad de Navarra, al Dr. Martí y a su equipo de traumatólogos de la Clínica Ubarmin que le operaron, y a todo el personal que allí trabaja por toda la ayuda y cariño que recibimos.El Dr. Martí fue el salvador de mi madre, un ángel de la guarda, no sólo porque le quitó el dolor tan horrible que tenía, sino también por intentar que volviese a andar, ya que era su única obsesión y preocupación. Todo fue muy bien, tanto la intervención como el postoperatorio. Después de varias consultas, a los cuatro meses el traumatólogo le mandó rehabilitación y tuvimos la consulta el 18 de septiembre, pero sucedió lo peor... Todo nuestro gozo en un pozo... Le negaron la rehabilitación. Tras comprobar el Dr. Val lo bien que estaban sus piernas, me dijo de hacer una tabla de ejercicios para que pudiera coger fuerza y conseguir volver a ser independiente como lo era antes de romperse y se negó a hacer el tratamiento en el hospital por tener alzhéimer. Sí, así es... Por tener alzhéimer. Por supuesto que me lo dijo con muy buenas palabras y queriéndome convencer de que era por su bien, porque no era conveniente salir de su entorno y trastocar sus hábitos. A pesar de rogarle que por favor empezara y ver cómo respondía, comprometiéndome a estar yo presente en todo el tratamiento con ella para ayudar a los profesionales a que hiciese caso de lo que le mandaran, se negó una y otra vez y fue imposible convencerlo. Me dio el papel con los ejercicios para que le haría yo en casa y no tuve palabras ante tal despropósito.Sé lo luchadora y valiente que ella es ante situaciones duras que ha tenido a lo largo de estos años, y de ahí mi queja y enfado, porque nos lo ha demostrado con creces después de una operación tan fuerte, sobre todo por su edad, 82 años, y ha sorprendido tanto a médicos como enfermeras demostrando en todo momento su capacidad de lucha e interés que puso para conseguir volver a andar, que era su mayor preocupación. Pero yo ya no sé seguir ni tengo medios para llegar a la meta final.Sirva este escrito para que hagan una reflexión los profesionales de la medicina, que las personas con alzhéimer o cualquier otro tipo de enfermedad ante todo son personas y cada una es un mundo y responde de diferentes maneras ante la enfermedad que tengan y el tipo de dependencia ya sea grave, moderada o severa, pueden reaccionar de diferentes maneras, no hay reglas que sirvan para todos por igual y tienen derecho como todo el mundo a darles la oportunidad, por lo menos, de comenzar cualquier tipo de tratamiento que sea para tener mejor calidad de vida.Son momentos duros para todos por lo que estamos viviendo por el covid, pero no debemos olvidarnos del resto de enfermedades que están ahí. No me doy por vencida. Seguiré moviéndome hasta intentar conseguirlo, pero estoy muy disgustada y triste por haber vivido una situación tan difícil y dura.