Este instante en que todo se paraliza. Los gritos quedan mudos, la luz de los ojos se desvanece por siempre jamás, mientras la vida abandona el cuerpo, irrumpida por un destino macabro. El espectro de la muerte ha vuelto a afilar la hoja de su guadaña, porque un nuevo monstruo le ha otorgado permiso. El monstruo puede vivir cerca nuestro; de cara apacible, incluso se puede mostrar encantador, pero tiene el alma podrida. El monstruo sale un día de su madriguera y revela las garras que mantenía encubiertas, creyéndose el amo de nada y de todo, usurpando hasta el último suspiro de su víctima. La mata, la asesina, la despoja del milagro que supone la existencia. Monstruo cobarde, demasiado escabrosa y perturbadora tu acción para arrastrarla toda tu vida, por eso le pides un segundo favor al fantasma de la muerte. A la sociedad le digo: los monstruos imaginarios viven dentro de las historias fantásticas, no hace falta que los hagamos desaparecer. Pero los de verdad, los que actúan como verdugos, los que se atreven a mutilar vidas, los tenemos que combatir entre todos. Señalemos, acusemos, ¡denunciemos! ¡Protejamos! Y exijamos penas más duras para los maltratadores y asesinos.