ecía Machado, “Españolito que vienes al mundo te guarde Dios. Una de las dos Españas ha de helarte el corazón”. Y a él le heló su corazón la España que dio un golpe de estado en 1936 en nombre del nacionalcatolicismo y que le obligó a exiliarse y a morir de pena.

Desgraciadamente, cada vez que oigo hablar al Sr. Casado y al Sr. Abascal se me hiela el corazón, pues su discurso político lleva en su seno la semilla del nacionalismo español más excluyente con quienes no aceptan su idea de España.

Su definición de la Guerra civil en el Congreso de los Diputados, como el enfrentamiento entre los que querían democracia sin ley y quienes querían ley sin democracia, ha dejado muy claro que el Sr. Casado ha apostado por intentar llegar a la Moncloa resucitando el espíritu de la dos Españas, encabezando él la que nos va a helar el corazón.

A los que se rasgan las vestiduras con los indultos a los dirigentes políticos catalanes hay que recordarles que viven en un país que en 1977 aprobó una Ley de Amnistía que renunciaba a exigir ninguna responsabilidad a los responsables de crímenes execrables cometidos desde el final de la Guerra civil hasta dicha fecha. Un pacto constitucional que, en nombre de la “reconciliación nacional”, renunció a exigir responsabilidades por el Golpe de Estado de 1936 que provocó una terrible Guerra civil.

España tiene un problema político histórico que nunca ha conseguido una solución estable. Que es tan sencillo en su planteamiento como difícil en su solución.

En Euskadi y Cataluña, principalmente, una parte importante de la población sencillamente no se siente española. Y tenemos una constitución que reconoce el derecho de estas personas a sentirse así, a organizarse en partidos políticos abiertamente independentistas, pero prohíbe de facto luchar por la consecución de la independencia, porque la vía que la Constitución ofrece para lograr dicho objetivo es en sí misma un imposible.

¿Quién tiene la última palabra para decidir que Euskadi o Cataluña puedan independizarse? El conjunto de la ciudadanía de España. O lo que es lo mismo, los vascos y catalanes que quieren la independencia tienen que esperar a que la apoyen andaluces, extremeños, madrileños, etc. No es de extrañar que se rebelen contra esta situación.

¿Qué habría ocurrido si cuando el gobierno británico aceptó la solicitud de Escocia para realizar un referéndum sobre su independencia hubiera respondido que en él debían participar todos los británicos? Obviamente, este planteamiento nunca habría sido aceptado por Escocia. Desgraciadamente, los que es obvio allí es un problema irresoluble aquí.

La españolidad de Euskadi y Cataluña viene determinada por la voluntad de quienes viven allí. Y ese es el reto al que se tienen que enfrentar quienes desean la independencia. Reconocer que tiene el mismo derecho un ciudadano de Euskadi o Cataluña a estar a favor de la independencia que otro a estar en contra y desear seguir formando parte de España.

Y aún más importante: quien tenga mayoría en cada momento histórico en un sentido u otro tiene la obligación de respetar los derechos de la minoría. Cuando una democracia deja de defender los derechos de las minorías deja de serlo para convertirse en una dictadura.

La ley es muy importante para la convivencia pacífica, pero la ley normalmente va por detrás de los cambios sociales y es la política la que debe encargarse de ir adecuando la legislación a esas transformaciones.

Así ocurrió con la consecución del derecho al voto de las mujeres, con el reconocimiento de derechos civiles en Estados Unidos, con la ley de divorcio, el aborto, el matrimonio de las parejas de un mismo sexo, etc.

¿Metieron la pata los independentistas catalanes al intentar desbordar la legislación vigente? Probablemente. Intentaron presionar al estado español y les salió mal. Pero si el problema permanece, habrá que seguir intentando buscarle una solución.

Si en este país se amnistió una dictadura, no debería haber ningún problema en indultar a todos los implicados en la vía unilateral para la independencia de Cataluña, y así aprender de los errores del pasado para encontrar soluciones.

No permitamos que los señores Casado y Abascal nos hielen el corazón.