l corazón de Anfas son las personas. Ellas laten dentro y alrededor de la asociación creada hace 60 años para posibilitar esta expresión de vida. Ha habido un movimiento en dos sentidos porque todo está más interrelacionado de lo que creemos (aunque no tengo pruebas): Anfas se ha transformado acompañando a la sociedad navarra y también ha cambiado esta sociedad con su existencia y todo tiene que seguir cambiando. A estas alturas todos sabemos que lo único seguro en la vida es el cambio pero existen formas y formas de acompañar ese cambio.

Lo mejor es que ese cambio necesario se acompañe de nuestra mirada de amor y reconocimiento y no desde el miedo y la desconfianza. Cuando nos abrimos al amor, aparecen soluciones que ni siquiera podíamos soñar o imaginar, pero cuando solo vemos lo que no puede ser con miedo y desconfianza..., nada nuevo y novedoso puede surgir.

Yo solo sé que cuando nació mi hermano si no hubiera existido Anfas, la tendríamos que haber inventado. Por eso mi más profundo agradecimiento y emoción a las personas que 18 años antes ya lo habían hecho para que mi familia y muchas otras no tuviéramos que partir de cero. Y aun existiendo y teniendo todo el apoyo de las personas que laten o vibran en Anfas, ha sido intenso, por no decir duro, de no voy a poner la palabra porque escrita no queda muy fina, pero habéis terminado la frase sin problemas, estoy segura.

Pero aquí estamos y hasta aquí hemos llegado y lo único que tengo claro es que Anfas es una realidad porque muchas personas la viven con todo su alma. Entre ellos mi hermano Agustín. Os voy a decir por qué: mi hermano en octubre de 2019 se independizó y entró a formar parte de la gran familia del Centro San José. Pero todo esto ha coincidido con una pandemia mundial. Él siempre todo a lo grande. Pero lo que quiero compartir con vosotros es que ha estado un año y medio sin ir a Anfas y él iba mínimo 3 días a la semana, más respiros familiares y vacaciones de verano y lo ha echado mucho de menos. Le ha tocado estar o intensivo (casi secuestrado para minimizar el riesgo) con su familia y si no, intensivo en el San José y además con las mayores restricciones y responsabilidad que implica estar en un centro residencial (no solo los de discapacidad). Y ha sido así, aunque él es un hombre joven y sano y guapo también. Las actividades de Anfas empiezan en octubre y él ya en septiembre se iba a apuntar a todo. Y nosotros, “a ver si se puede...” y me dice un día: “pues me voy a vivir una temporada a Anfas”. Lo tenía claro, si puede estar con los que convive, él quiere vivir en Anfas y punto, eso es tenerlo claro y tener recursos. No ha hecho falta llegar tan lejos, pero el mensaje le llegó a su familia y el sábado 2 de octubre empezó con su grupo de ocio y fue feliz y los demás también.

Por eso sé que Anfas ha sido, es y será algo real y vivo.

El corazón de Anfas sigue latiendo y eso es lo importante porque mientras el corazón late, siempre hay esperanza.