n el artículo anterior les propuse que pensaran ustedes en la transcendencia de aquellos cuatro acuerdos del Consejo de la Caja celebrado el 17 de diciembre de 1934, justo un par de meses después de que se hubieran producido los sangrientos sucesos de octubre de ese año. El primer acuerdo transcrito decía: "Se acuerda conceder al Ayuntamiento de Tafalla, para la construcción de un nuevo matadero, un préstamo de 230.000 pesetas". Con el actual sueldo mensual de un cajero de supermercado, se construía todo un matadero hace 87 años. ¡Qué descomunal inflación! Los estadistas roban a la mayoría de los ciudadanos mediante diversos sistemas y uno de los mejores es la modificación de la moneda, acuérdense de cuando en 2002 un café pasó de costar cien pesetas a costar un euro. Al que no tuviera ahorros materializados en cosas, vivir le costaba un 66% más de un día para otro. La Caja, mediante préstamos a tipos de interés especialmente reducidos, financió multitud de instalaciones públicas en todo Navarra: traídas de aguas, dispensarios médicos, escuelas, tendidos eléctricos...

El segundo acuerdo: "Se paralizan, por el momento, la concesión de préstamos para la construcción" me recuerda a la época previa al derrocamiento de Allende en Chile donde el derrumbe del precio internacional del cobre supuso la ruina de la economía nacional, pues, sin duda, dicho acuerdo de la Caja habría supuesto un incremento del paro (entonces los cesantes dejaban de cobrar de inmediato) con el paralelo aumento de la tensión social, máxime cuando coleaba todavía la gran crisis económica del año 29. Esa medida era como intentar apagar un incendio con gasolina. Ese acuerdo llevaba un montón de envenenada carga política. Agitar la sociedad como quien agita un cóctel molotov antes de lanzarlo.

El tercero decía: "Se acuerda reponer al señor Zornoza en su cargo de representante de Alsasua ante el auto de la autoridad judicial y militar de la Sexta División Orgánica sobreseyendo su causa de delito de sedición, encargando al director gerente que le haga presente las advertencias del caso respecto al apartamiento de toda actuación política en que por conveniencia del referido cargo, debe permanecer". Nos indica cómo, aunque en 1812 se suprimió el bárbaro Tribunal de la Inquisición, no por ello desapareció de la sociedad la costumbre de cazar brujas polarizando así la sociedad. Aquí la Caja reparó un entuerto e insistió en la asepsia política: Dos caras de una misma moneda.

En último lugar figura el acuerdo que corresponde al título del artículo "La Caja por dictado del Juzgado de Pamplona en la causa contra don Álvaro Galbete se adjudica la propiedad del cine Proyecciones". Los empresarios innovan de continuo, pero adelantarse demasiado les acaba costando caro. Toda sociedad tarda algo en incorporar los avances técnicos pero es mucho más lenta asumiendo los avances ideológicos: se legisla el divorcio pero se sigue penalizando socialmente; se penaliza la violencia de género pero el machismo no desaparece; se establecen controles antirrobo pero los ladrones no devuelven lo robado; la pacífica discusión ha de presidir los Parlamentos pero el ansia dictatorial aflora en algunos políticos.

Casi con toda seguridad el señor Galbete pertenecía a esos de corteza amarga que bebían los aires de la modernidad y el progreso. Gentes con un tinte de intelectualidad que son denostados por los aferrados a lo rancio como unos depravados que intentan minar la moralidad tradicional disfrazándola de cultura. El cine, máxime viniendo de Francia, no era otra cosa que un instrumento diabólico de perdición de las sanas costumbres. Así lo proclamaban las sotanas y las tocas a los cuatro vientos. El boicot a las nuevas ideas es parte de la más casposa tradición. A Galbete le pasó como a José Arcadio Buendía en Macondo, no encontró el camino del mar, por mucho que sabía que existía, simplemente se adelantó a su tiempo y pagó las consecuencias. Voltaire en el apartado Letras de su Diccionario Filosófico nos dejó dicho: "Nuestra miserable especie está hecha de tal modo que los que andan por un camino ya andado arrojan siempre piedras a los que enseñan un camino nuevo".

Después, los mismos que contribuyeron con sus piedras a su caída recogieron los restos de su proyecto e hicieron negocio de ello. Ya lo veremos en el próximo artículo en el que seguiremos hablando del cine y de la Caja de momento, intenten no sufrir por semejante bagatela, lo pasado, pasado está, miremos al futuro: ¡Anímense y firmen conmigo esta campaña en https://www.change.org/refundarLaCAN y difúndanla en todos sus ámbitos!

El autor es promotor de la refundación de Can, notario jubilado y nieto del director gerente de Can desde 1921 a 1950