- Buenos días. Egun on.

- ¿Tienen cita? No, no sabíamos..

.

- Bueno, uno más...

Detrás de su mascarilla no adivinamos un gesto de fastidio. Al contrario, creímos ver que esbozaba una sonrisa.

El 27 de abril llovía en Pamplona. Dos personas mayores, miembros de una asociación de familiares de personas con discapacidad, se acercaron al registro del Gobierno de Navarra en Carlos III, nº 2, cargados de papeles y dudas. ¿Llevaremos todo bien? ¿Nos faltará algo? ¿Tendremos que volver mañana?

Nos atendió una funcionaria, una persona excepcional cuyo nombre no sabemos. Era morena y llevaba mascarilla, como nosotros. Se esforzó muchísimo por entender nuestra situación. Buscó. Volvió a buscar. Nos explicó detalladamente qué debíamos hacer. Nos espero hasta que volvimos del banco. Nos facilitó teléfonos. Nos facilitó todo.

Al final, salió de su garito para que le entendiésemos mejor y nos dio la mano mientras nos decía: “A mí me importan mucho este tipo de asuntos”.

Nos quedamos emocionados. Casi se me saltaron las lágrimas. La gran preocupación de los padres y familiares de las personas con discapacidad y grandes necesidades de apoyo es siempre la misma: “Y el día que faltemos... ¿qué va a pasar?”.

Personas así, como esta funcionaria del Gobierno de Navarra, con su sensibilidad, con su delicadeza, con su compromiso solidario y su buen hacer, que va mucho más allá de cumplir con su obligación, nos permiten tener fe en el futuro. Confiar en un futuro en el que nuestros hijos y familiares encuentren la vida digna y feliz que sin duda merecen. En un futuro de inclusión plena de las personas con discapacidad, porque una sociedad sensible y nueva lo ha hecho posible.

Personas así siembran el futuro. Infinitas gracias a esta señora, anónima funcionaria, del 27 de abril a las 11 de la mañana. Mila esker. Nosotros nunca la olvidaremos.

La autora es madre de una persona con discapacidad