Teresa Ribera tendría que explicar el sistema para impedir a las energéticas que repercutan el impuesto especial sobre los "beneficios caídos del cielo" al margen de las amenazas apocalípticas que ha anunciado. Si ya hacen de su capa un sayo a la hora de fijar los precios cada día sin tener que encomendarse a nadie, qué inconveniente van a tener en repercutir el nuevo impuesto si en los costes se incluyen todos los elementos que forman el precio sin especificarlos, ante una hipotética inspección con las que amenaza el Gobierno para controlarlo. Pues no carecen las eléctricas y petroleras de sofisticados sistemas de ingeniería contable como para amedrentarlas, que incluso en estos tiempos de crisis sus beneficios han crecido más de 35%, están repartiendo jugosos dividendos y han hecho temblar al Gobierno por un impuesto temporal sin apenas entidad para las eléctricas y sólo es un parche populista para engañar a los indefensos consumidores que actualmente pagan precios que se han multiplicado por seis y el Gobierno no se atreve a investigar el fundamento de los sistemas tarifarios de eléctricas y gasistas. Ya puede el Gobierno hacer equilibrios subvencionando los combustibles con 20 céntimos, pues pasan directamente a pérdidas y ganancias absorbidos por las petroleras. O los cuentos de las eléctricas cuyas tarifas están basadas en algoritmos misteriosos que ni siquiera los expertos comprenden. Como la avaricia rompe el saco va a cundir el plan eléctrico de Macron, que ha nacionalizado EDF, y será el Gobierno quien fije los precios de venta de los servicios públicos esenciales, ajustándolos a los intereses de la población y no a los de las multinacionales que son las provocadoras de la inflación galopante y otros desequilibrios sociales que frenan el desarrollo y generan pobreza. Querrán cambiar de imagen cuando ya nadie les cree.