Quien firma estas líneas reconoce ser un futbolero venido a menos con imborrables reminiscencias de su pretérita afición balompédica. Su corazón, teñido de los colores: rojo y verde de sus dos equipos del alma, late estos días impulsado por el sentimiento rojillo que, en forma de ilusión y esperanza, invade todos los espacios más cercanos. Embriagado de emoción, comprueba que nada que le rodea es ajeno a la histórica cita osasunista en la Cartuja. El anhelo de vivir y sentir otro episodio, que será escrito con tinta de oro en la historia del club navarro, no es óbice para recordar con nostalgia otros acontecimientos que marcaron su devenir. El gol de Tiko en Badajoz ante el Extremadura al finalizar la temporada 96/97 y los posteriores compromisos en el Sadar ante Mallorca y Levante, el contundente triunfo en tierras teutonas ante el Leverkusen el jueves santo de 2007, el postrerísimo empate en Sabadell con el gol de J. Flaño en 2015 son algunos capítulos escritos en la historia más reciente que directamente condicionaron la existencia de este entrañable club. Este desengañado del fútbol nunca dejará en el cajón del olvido estos eventos, de la misma manera que siempre tendrá un hueco en su recuerdo para muchos osasunistas que emprendieron su viaje final, como Pedro Lanas, con el que el tiempo volaba cuando con él compartía momentos con unas cervezas sobre la mesa, departiendo sobre la actualidad rojilla. Ojalá el seis de mayo, al igual que sucedió en los hechos citados, la alegría irrumpa en ese corazón teñido de verde y rojo, así como en el de todas las personas pertenecientes a la familia llamada Osasuna. Se lo merecen.
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