En esta época que nos ha tocado vivir, en el que el prohibir, el llevarnos de la mano, el decirnos cómo pensar y el imponer, está a la orden del día, les ha tocado el turno a las personas pequeñas que trabajan en la tauromaquia.

Con el argumento de que queda prohibido que se use a personas con discapacidad para suscitar burla o mofa, que todos subscribimos, parece que han puesto la mirada en el mundo taurino, en concreto en lo que antes era el bombero torero y ahora se llama popeye torero o diversiones en el ruedo. El motivo, que este espectáculo denigra a estas personas con acondroplastia. Supongo que las personas de estatura baja que trabajan en otros ámbitos públicos como cine, circo, teatro, aunque hagan reír, bien porque es su función o bien porque el argumento o texto lleve al público a carcajearse con ellos, no entran en esta prohibición. Se considera supongo que las risas en esos casos son por su trabajo serio y no por su estatura, cosa que dan por hecho que no ocurre en el popeye torero.

Y el problema que veo en esta ley, que parece integradora, socialmente aceptable y progresista (palabra de moda y que sirve para mejorar cualquier frase) es que casualmente los protagonistas, los afectados por las teóricas burlas, están unánimemente en contra de ella.

Como últimamente las leyes salen sin el aval de los interesados, de los afectados por la reforma, en esta ocasión no podía ser menos y nadie ha preguntado a estos trabajadores del mundo taurino ni se han dirigido a ellos. Al menos así lo han declarado en prensa y televisión. Estas personas son toreros, se sienten miembros de la tauromaquia, tienen su convenio taurino y actúan en un espectáculo taurino. Y la gente se ríe, sí, porque el mismo espectáculo se denomina cómico taurino.

La inmensa mayoría forman parte de esa familia taurina por afición, por sentir ese mundo, porque le gusta el toro y tendrán, digo yo, potestad para elegir esta profesión si les gusta. Porque la ley choca con el derecho de todo ciudadano a tener el trabajo que desee.

Estas personas pequeñas son respetadas en la tauromaquia, como todo aquel que se juega la vida en el mundo del toro ya sea de estatura baja o alta. Respetadas por los propios diestros ya que este espectáculo vio nacer a numerosas figuras del toreo como Antoñete, Ojeda, Manzanares, Espartaco, Ortega Cano, Emilio Muñoz, Dámaso González, y un largo etcétera que fueron miembros en su parte seria del mismo, en su época de principiantes, y compartían con ellos su afición.

Este espectáculo para toda la familia, incruento y cómico, cada vez tiene menos contrataciones y menos plazas a donde ir, la sociedad está cambiando y parece ser que no está de moda. Apenas 30 o 40 personas pequeñas se dedican a él. Pero si el espectáculo tiene que morir, tiene que desaparecer, tendría que ser porque la propia sociedad deje de asistir a la plaza, como ha pasado con otros eventos, no porque se prohíba.