Un porcentaje considerable de la población con derecho a ejercer el voto se niega a participar en los procesos electorales. ¿Qué motivos les inducen a tomar tal decisión? ¿Es gente que reniega del sistema? ¿Acaso se ven como gatos escaldados que huyen del agua fría? Los partidos políticos sólo se acuerdan de la abstención cuando consideran que ha perjudicado sus intereses de partido; una suerte de inflación que empequeñece su capacidad de maniobra y por ende su poder e ingresos. Vemos cómo en infinidad de poblaciones el partido mayoritario es el de los abstencionistas. Recomiendo encarecidamente a nuestros políticos que lean Ensayo sobre la lucidez del premio Nobel José Saramago para que desarrollen su capacidad analítica y reflexionen sobre qué significa gobernar y qué motivos pueden conducir a una ciudad a caer en la desesperanza e incredulidad para que la inmensa mayoría de su población decida votar en blanco. Ante semejante revolución pacífica, ¿cómo reaccionarían nuestros prebostes si la ficción se convirtiera en realidad? ¿A quién culparían de tamaña desafección?; a ellos mismos seguro que no. 

El pueblo debe estar presente durante todo el transcurso de las legislaturas y no sólo cuando nos llaman a votar y las campañas para captar nuestro voto se convierten en tómbolas que recuerdan a un programa televisivo dominguero allende los mares titulado Aló presidente. El voto es una inversión a plazo de cuatro años y caso que su rentabilidad sea baja o nula, el votante cambia de entidad o se queda en casa.