Los países del Golfo Pérsico llevan años pergeñando campañas de imagen para maquillar sus dictaduras: Mundial de fútbol, Fórmula 1, Moto GP, compra de estrellas del universo futbolístico… Pagan mucho para blanquearse y mostrar al mundo una cara amable que nuble la triste realidad de sus ciudadanos discrepantes, el silencio impuesto de sus cárceles y la paz masacrada de sus cementerios.

Y ahora, rizando el rizo y mientras se baten récords de temperaturas, el Mediterráneo se calcina -literalmente- y caen granizos como naranjas, Dubai, una ciudad emirato exportadora de oro negro, trituradora de los Derechos Humanos, sojuzgadora de mujeres y opresora del colectivo LGTBI, que no admite la disidencia y detiene arbitrariamente, será la organizadora de la Cumbre del Clima 2023. En medio de tanto cataclismo climático y por más vueltas que le doy, no logro descifrar por qué la ONU se ha prestado a este paripé. ¿Será también por dinero? Además, teniendo en cuenta la escasa credibilidad de las anteriores cumbres, ¿qué efectividad tendrán los acuerdos que se alcancen en un país cimentado en petróleo y erigido a golpe de petrodólar sobre el mutismo de sus ciudadanos? Es la guinda que se necesitaba para el total descrédito de las COP.