He sido agredido por un taxista que, por lo visto, no estaba de acuerdo en compartir su calzada con un ciclista. Su calzada era la de la calle Ermitagaña, a la altura de la parroquia, frente a Teresianas; una calle de un solo carril por sentido y limitada a 30 km/h (claramente, una vía ciclista).

Al continuar mi camino por la siguiente parte de Ermitagaña, ya en Mendebaldea, se puso a mi altura en el otro carril (mal, obstaculizando el tránsito) y, bajando la ventanilla, me preguntó si había visto la señal en el carril bici.

Yo le respondí a ver si se refería a la señal R407 que conozco perfectamente, pues me veo, desgraciadamente, obligado diariamente a someterme a su sinsentido.

Me dijo que yo debía haber continuado por el carril bici; un carril que exclusivamente va desde la CUN hacia San Jorge, y no gira, por tanto. Es decir, me requería que hiciera algo imposible. Por supuesto, se lo hice saber, así como mi opinión sobre su actitud.

Seguramente no le gustó mi opinión ni mis calificativos, por lo que me adelantó y, bruscamente, frenó en seco frente a mí, estando a punto de provocar un choque. Entonces volví a hacerle saber mi opinión sobre su persona y su actitud; tampoco le gustó, de manera que en la siguiente rotonda (Ermitagaña/Irunlarrea), frenó en seco deteniendo el vehículo en una zona marcada con línea continua blanca, bajó del vehículo dejándolo en marcha y procedió a empujarme cuando yo pasaba a su lado.

Es decir, cometió dos irregularidades administrativas (detención en prohibido, abandonar un vehículo con el motor en marcha) y procedió a agredirme por segunda vez (la primera tal vez en grado de tentativa, el frenazo brusco frente a mí).

Cuando una vez que me protegí del tráfico en la mediana, quedando mi bici tirada en medio del carril (lo cual podía haber provocado un accidente) le volví a dar mi opinión sobre su actitud, cruzó amenazante hasta mí a lo cual pregunté “¿vas a agredirme de nuevo?”. Se fue medio riéndose “¿qué agresión, qué dices?”. Se montó en su taxi y se fue gritándome por la ventanilla. El taxista fue denunciado, por supuesto.

No es aceptable de ninguna de las maneras que un ciudadano se comporte así, pero un taxista que, al fin y al cabo, es parte de un servicio público, debe ser impoluto en su trabajo. Él provocó un conflicto por dar indebidas y erróneas indicaciones a alguien que circulaba cumpliendo la normativa de tráfico; si no le gustó mi respuesta, debería haberse ido por su camino, no agredirme.

Solo espero que reciba su merecido con la consecuente pérdida de puntos y, por tanto, temporalmente, su medio de vida. Y que aprenda la lección para el futuro.

No es lo malo únicamente esto; en los cuatro meses que he vivido en este barrio, he recibido constantes lecciones de tránsito ciclista desde vehículos enormes que no gustaban de ir detrás de una bici en calles limitadas a 30 Km/h y sin carril bici, cuando nuestra ordenanza de movilidad indica que las bicicletas deben circular por el centro de la calzada, y nunca por la acera. Me han insultado, enseñado el dedo medio, pitado recurrentemente, adelantado de forma imprudente, incluso a punto de atropellar a personas en pasos de cebra o teniendo un semáforo en rojo en el que detenerse a solo 15 metros.

Espero que, de una vez, el Ayuntamiento se dé cuenta de que la forma de proteger el tráfico y conseguir una ciudad mejor es controlar el acceso de vehículos al centro, y limitar todas las calzadas a 25 km/h. Es decir, regular una cohabitación de vehículos a motor y de tracción humana, como hay en tantos lugares del norte de Europa sin estos problemas.