Está claro que tenemos que acostumbramos a vivir en el absurdo. No es fácil vivir rodeados de muertos, escombros, casas y edificios derruidos, niños muertos, familias con hambre y sed, viejos heridos que no se pueden mover bajo los escombros, bombas para desayunar, comer y cenar, padres que abrazan a su hijo de siete años y se despeñan en los precipicios a roca viva para hacer daño a la madre, que aunque estén separados serán padres hasta la muerte del pequeño; manifestaciones en las calles y las plazas de aquellos que no manejan el boletín del estado y sus beneficios, apoyados por los jueces que tienen caducado el cargo hace años…; obreros y pobres que votan a los ricos y a los fascistas para que manden, gentes que rezan después de que su familia es masacrada, pijos con banderas, adolescentes violadores en grupo que han aprendido el sexo y el amor juvenil en el porno de internet. ¿Qué otra opción tenemos? ¿La música , la poesía y el sueño fuera de la realidad? Ustedes dirán. Muchos tenemos casa y cama para dormir, pero otros muchos no. A muchos se las destruyen impunemente y a los destructores no les pasa nada. Y más tarde hacen negocio y se forran construyendo.

El negocio de la guerra es el más rentable.