El tiempo no se detiene pero tu recuerdo permanece en aquellos privilegiados que disfrutamos de tu sonrisa y cariño. Fuimos unos afortunados. De manera especial, tu presencia ha estado más patente que nunca estos días en los que los Magos de Oriente nos han honrado con su visita. Es inevitable y reconfortante revivir esos momentos en los que inundabas a los tuyos con tu magia e ilusión de niña grande cuando Melchor, en persona, te hacía entrega de tu regalo. Aquello no tenía precio, era impagable. 

En estos días de fin del año viejo y recibimiento del nuevo nos copamos unos a otros de buenos deseos. Hoy los míos van dirigidos a todas las personas que, como a ti te ocurría, dependen de los demás para seguir caminando en la senda de la vida y llevar a cabo cualquier simple acción o gestión cotidiana. Unas por cuestión de edad, otras por malditas traiciones del devenir, son personas que no dejan de recordarnos lo importantes que son las pequeñas cosas de la vida. Ojalá no les falte ni una pizca de bienestar este año y que a los seres que les cuidan y atienden no les flaqueen ni el ánimo ni la salud.  Un abrazo, amiga, donde quiera que estés.