Cuando tenemos un accidente en el trabajo o una enfermedad derivada del mismo, la mayoría de nosotros somos enviados a la mutua. Estas entidades, pese a financiarse a través de las cotizaciones a la Seguridad Social, son algo distinto a ella. Son asociaciones de empresarios que colaboran con la Seguridad Social para gestionar sus prestaciones, lo que significa que estamos ante una colaboración público-privada.

Para no enmarañar más el asunto, digámoslo así: pagamos cotizaciones a la Seguridad Social, ésta paga a las mutuas, y las mutuas nos pagan a nosotros -si hay suerte- cuando estamos de baja. Pero, ¿qué sentido tiene esto? ¿Para qué complicar las cosas con un rodeo? ¿No sería más fácil que la Seguridad Social se encargase directamente del asunto?

Para entender la jugada hay que introducir una variable fundamental: la rentabilidad económica. Los organismos públicos -que, alguno dirá, velan siempre por nuestro bienestar- delegan en las mutuas ciertas funciones para que éstas sean gestionadas atendiendo a criterios más económicos. O sea: se externaliza la atención sanitaria en unas entidades que tienen más manga ancha para recortar las duraciones de nuestras bajas, rebajar al mínimo indispensable los costes en nuestros tratamientos... Y las empresas encantadas: cuanto antes vuelvan los enfermos a su puesto y más me ahorre complementando la baja, tanto mejor para mí.

Así, la administración pública, las mutuas y las empresas conforman una especie de Santísima Trinidad, donde hay tres entes diferenciados pero que aúnan sus intereses en un mismo campo de fuerzas. O, para los más modernos, estamos ante el meme de los tres spidermans que se señalan recíprocamente. Pero en este caso los hombre-araña no se apuntan con el dedo, sino que ríen; no se culpan los unos a los otros, sino que se jactan al unísono de enriquecerse a costa de nuestra salud.

Entretanto, y como viene ya siendo costumbre, los perjudicados somos el resto: el que lleva un año con el tobillo roto porque no le dan una atención adecuada, la que tiene que seguir en la cadena de montaje con una tendinitis alucinante, los innumerables casos de ansiedad...

Volvamos al principio: ¿qué sentido tiene esto? ¿A qué intereses responde?