En 2014 me detectaron una enfermedad autoinmune en la que mi sistema inmunitario ataca por error los folículos pilosos y provoca la caída del pelo. Desde entonces soy calva y aunque ya sé que sólo es pelo, al principio se te cae el mundo encima. Parece que se pierden todos esos atributos que esta sociedad nos hace ver, que la melena abundante en una mujer está ligada a la juventud, la belleza y la sensualidad, en mucha mayor medida que en los hombres. Para sobrellevar esta enfermedad hay que aprender a ser fuerte, a quererse y a motivarse. Lo único que importa es sentirse cómoda con una misma. Las pelucas, los pañuelos y los sombreros se han convertido en una parte importante de mi vida.
Este sábado estaba en la piscina de mi pueblo y cuando fui a darme un baño me encontré con la sorpresa de que el socorrista me dijo que no podía nadar con un pañuelo cubriéndome la cabeza. Me dio dos opciones, quitarme el pañuelo o cubrirme la cabeza con un gorro de baño. Le dije que no tenía pelo y que todavía no soy lo suficiente valiente para ir con mi calva al aire.
Yo pensaba que los gorros de baño que se utilizan en algunas piscinas son para proteger los filtros de agua y que no se obstruyan de cabellos. Pero bueno, no es el caso porque en esta piscina no es obligatorio llevar el gorro, de hecho, todo el mundo va luciendo su cabellera.
Más sensibilidad y sentido común.