En un mundo donde un periodista debe reconocer que ha cometido un delito, cuando lo que ha hecho es informar de las tropelías que ha hecho el mayor representante de la democracia (según ella), para que no lo metan en la cárcel, algo va al revés. Y este es el mundo en el que vivimos.
De ahí para adelante puede ocurrir cualquier cosa, como ocurre. Ocurre que ese importante y poderoso país, Estados Unidos, protege a gobiernos de países asesinos, no democráticos, como es el gobierno actual de Israel. Y no es la primera vez que actúa así, y es la denuncia del periodista Julián Assange, víctima de este atropello personal y social. Una vergüenza más de la historia de la humanidad.
Es una de las razones por las que la gente, consciente o inconscientemente, se refugia en la religión, en la poesía, en los festivales multitudinarios, en el edonismo, en el crimen y en el amor. Hay que sobrevivir, a pesar de los pesares. Prueba de ello es Joe Biden, católico practicante y presidente del país más importante del mundo occidental.
A esos también hay que excomulgar, papa Francisco.