Cuando estás en un lugar al que has amado y dejado tu vida en él, te cuesta decir agur, adiós, tanto como a la persona que amas. No es fácil ni hablar de ello, porque se te rasga el alma. Pero la vida te empuja a situaciones inesperadas y hay que chupar rueda y aguantar como se pueda. No es fácil. Pero lo que no depende de ti hay que aceptarlo, si no quieres avinagrarte la vida.
Los árboles y los restos de brasas, el olor a carne asada, el bonito fresco y los pimientos asados para embotar, todo eso que es parte de tu vida, pero hay que aceptarlo, como tantas cosas hermosas en la vida dejarlo es cruel. Dejar los troncos apilados, el desorden ordenado y el sol de madrugada, los gatos, las ovejas,las campas. Tantas y tantas historias de familia. Agur.