Jueves noche, a pesar del enorme gentío, me animo a ir al evento gastronómico The Champions Burger. La idea es llevar tres hamburguesas a casa para degustarlas con la familia. Me aconsejan hacer el pedido mediante una aplicación. Salen más caras, pero ahorras tiempo de espera. Por lo visto, muchos pensaron lo mismo y las colas para la recogida rápida eran también considerables.
Abono las tres hamburguesas y surge la primera sorpresa, hay que recoger cada una de ellas en su puesto correspondiente, previa espera en una cola interminable. Hago mis cálculos mentales y pienso que, con suerte, tendremos hamburguesa para desayunar al día siguiente… Para colmo, se bloquea la aplicación con el último pedido y no puedo mostrar el resguardo de mi compra. Desesperado, hambriento e irritado, me dirijo al puesto Gottan a recoger mi primer pedido. Y aquí llega lo mejor de la noche: hay un chico joven con acento del sur dirigiendo la recogida. Cuando llega mi turno le explico la situación (hamburguesa ya abonada, aplicación bloqueada, etcétera).
A pesar de no ver el resguardo del abono y del trajín que lleva, confía en mi palabra y me entrega dos vales con los que recoger la preciada hamburguesa. Correspondo a esa confianza devolviéndole el que sobra, ya que yo solo había abonado una unidad. Le traslado mi gratitud y nos damos la mano como caballeros…
Lo demás carece de importancia. Afortunadamente, el servicio era fluido y no tuve que esperar demasiado en los dos establecimientos restantes. Finalmente, llegué a casa con el preciado botín y pudimos degustar las hamburguesas, en una cena bastante tardía, eso sí.
Gracias otra vez, chico de la Gottan, para mí eres sin duda el campeón de la feria.