Ahora que mucha gente no somos ni de santos ni de vírgenes ni de incienso y mirra, resulta que los ángeles los llevamos con aprecio, todavía les vemos brillo y dulzura.

Reminiscencias bíblicas del cristianismo que hemos asumido desde la infancia y que nos han fabricado desde que nacimos y nos inundó la mente y el alma. Todo está unido a la religión que barrió el carnaval y el espíritu de la libertad, al que llaman pecado, demonio, ángel malo,

Satanás. 

Ahora que vienen a vivir y trabajar gentes de diferente color, olor y sabor queda un poco ridículo todo este discurso angelical. Todo esto viene a cuento porque el otro día me crucé con una pareja (hombre y mujer), vestidos de gala, con medallas y galones y mientras sonaban las campanas a celebración, le pregunté a ella qué fiesta era y me contestó que los ángeles custodios; le felicité pensando que era de la banda municipal y resultó que era la fiesta de la Policía Nacional. Se me cortó el entusiasmo cuando me di cuenta del error, porque soy de los que cree que ya tenemos nuestra Policía Foral y con esto creo que es suficiente. Menos cuerpos armados, menos gastar y más educación en euskera a todos los niños.