Las sociedades modernas buscan el mayor bienestar, dando por hecho que la supervivencia está asegurada, lo que lleva a centrar nuestras aspiraciones en lograr el confort, el éxito y disfrutar todo lo posible de la vida, aunque sea con cosas superfluas, innecesarias incluso dañinas.

Este enfoque provoca la desconexión peligrosa con la realidad de nuestra vulnerabilidad ante eventos naturales, crisis ambientales, enfermedades y otros riesgos inherentes a la vida. Era de esperar que la pandemia de la covid-19, hubiera producido un cambio radical en el mundo, al igual que la peste negra trajo a Europa la muerte y sufrimiento, pero también impulsó una transformación que rompió con la Edad Media y allanó el camino para el Renacimiento, una nueva formar de entender la vida, la muerte y el lugar del ser humano en el universo.

A medida que nuestras vidas se vuelven más cómodas y urbanizadas, podemos olvidarnos de aspectos fundamentales de nuestra supervivencia, como cuidar nuestro entorno, prepararnos para eventualidades y desarrollar una actitud de adaptación y solidaridad. Quizás, mantener viva esa consciencia sobre nuestra vulnerabilidad podría impulsarnos a actuar con mayor responsabilidad y empatía, tanto en relación con el planeta como con la sociedad en la que vivimos. En lugar de verlo como una contradicción, podemos integrar la búsqueda del bienestar con el cuidado de los aspectos esenciales de la supervivencia, buscando un equilibrio que nos permita prosperar de forma segura y consciente, dejando lo superfluo que nada aporta a la vida real.