El Parque Uranga o parque municipal es la hermana coqueta, siempre arreglada, con sesiones semanales de peluquería y esteticien, con los cabellos siempre en su sitio, el cuerpo depilado, con sus uñas coloridas, de manicura y pedicura frecuente, con modelitos de última hora. 

La Nogalera es la hermana un tanto salvaje que deja que sus cabellos crezcan, que corta sus uñas cuando necesita y no las pinta, que se baña desnuda en el río al amanecer, que vive más pendiente de disfrutar del día a día que de mostrarse siempre perfecta. Sus vestidos están desgastados pero, con todo, tiene un encanto especial. 

Sus historias también son muy diferentes. La Nogalera siempre ha sido de todos y guarda mucha historia en sus espaldas. Conoció grupos de jóvenes que disfrutaban entre sus árboles y nadaban en las aguas del Arga en las tardes de verano. Conoció gentes que pescaban truchas y cangrejos de río. Conoció una playa de cantos rodados donde los niños jugaban haciendo txipi-txapa con las piedras más planas, rebotando en la superficie del agua. Conoció los malos tiempos del río, cuando fue convertido en un depósito de inmundicias que hizo huir a quienes tanto lo disfrutaron: familias y jóvenes, todo tipo de animales (peces, pájaros…). Plantas y árboles tuvieron que quedarse pero porque no encontraron piernas que les ayudaran a escapar de allí. Con el tiempo se fue cuidando el agua, las orillas y volvieron las ardillas, las garzas, cangrejos y peces, patos… descendientes de aquellos de otros tiempos. 

La tía Miren forma parte de ese espacio por el que pasea y se recrea día a día con su perro Elur. Con su sombrero de paja cuando el sol es intenso se le podía ver sentada en cualquier mesa-merendero con sus amigos Felipe y el vasco, también con sus perros, compartiendo el periódico, el sol y las mañanas cual sabios que huyen del mundanal ruido para zambullirse en la Nogalera, salvaje y natural. En estos últimos años sus amigos murieron pero ella sigue paseando por ese entorno libre y abierto que oxigena el pueblo y que recuerda que la vida no solo es asfalto, tiendas y bares. 

La Nogalera despidió el altísimo tobogán metálico de nuestra niñez. También despidió las rampas de cemento que sirvieron de toboganes de nuestros hijos. Ahora se plantean cambios ante las reiteradas inundaciones anuales. La tía Miren, con el temor de perder algo tan valioso, cree que antes de nada tendrían que limpiar el cauce del río. Eso no significa eliminar árboles ni elementos vivos del entorno, pero sí ramas y restos que no se retiran y a la menor son arrastrados creando diques enormes de ramas, ramitas y troncos, como lo que vemos de continuo en las pasarelas de Pamplona. Limpiar o no limpiar es un debate en el que ni los expertos están de acuerdo. La cuestión es que hagan lo que hagan no terminen con la magia del lugar con más encanto de Burlada: la Nogalera.