Señores pasajeros, en pocos minutos entramos en Pamplona, se ruega permanezcan en sus asientos hasta que el tren esté parado.

Sin acabar la frase, un revuelo de personas delante mía, precipitándose sobre equipajes y corriendo hacia el minúsculo vestíbulo del vagón, yo permanezco sentada esperando. Al bajar del tren oigo a una chica decirle a otra, “cómo han corrido las jodidas”. Por fin en la calle se entiende todo, una fila de personas desde la carretera hasta la puerta de la estación, en su mayoría forasteros e ignorantes pasajeros celebrando la puntualidad del tren sin saber el despropósito de los taxis en Pamplona. 11 de la noche, 5 taxis desaparecen con las jodidas espabiladas pero más de 100 pasajeros se quedan esperando que uno a uno lleguen nuevos taxis.

Tengo 63 años y algún remiendo que otro, calculo que si espero llegaré a casa a la una, yo estaba de las últimas, me cogeré cuando menos una buena pulmonía… y con la sagacidad que me da la edad me pongo al principio de la fila y pregunto quién va al centro, enseguida me acomodo con otros dos caritativos pasajeros y puedo salir de semejante atolladero.

No se me ocurre ningún país subdesarrollado donde pase esto.

Se lo reprochó al taxista y me lo explica, esto pasa continuamente pero ninguno quiere trabajar de noche, ganan suficiente de día… A la Mancomunidad de Pamplona que gestiona los taxis, al ayuntamiento y demás responsables les importa un bledo los pasajeros forasteros o no que llegan a Pamplona en el tren de las 11 de la noche.

Bienvenido Mr. Uber, los que van a viajar en tren a Pamplona te necesitan.