Sábado. 20:00h. Comienzo la nueva serie de Rodrigo Sorogoyen, Los años nuevos, impaciente. Sediento. A los 7 minutos, la protagonista, Ana, cumple treinta años. Desvío la mirada del televisor. Es un momento difícil. Difícil. Es de las primeras veces que siento cruzar el umbral. Ese umbral en el que las series cumplen ya tus años, los fronterizos, y te hablan a ti. Otras quedaron lejos. Hay amargura y cariño, y doy gracias. He cruzado la barrera de la treintena. Valoro estar descansado las primeras horas del día, el ruido de la cafetera al moler los granos de café, el tiempo inadvertido en el que tu madre tarda en leerte “en línea” y llamarte para conocer cómo pasa su hijo el día. Otras tantas quedaron lejos. “Cuanto antes amanezca, mejor”, dice mi padre. De nuevo doy las gracias. Al fin, sientes que alguien habló de ti, de tu historia. Te reconoces. Y es de lo poco y más gratificante que podemos pedir.