Hacía casi un año que tenía las entradas para el espectáculo que tuvo lugar el pasado 3 de diciembre en el Navarra Arena, The World of Hans Zimmer. Pude sacar un ratito en el trabajo para comprar las entradas el mismo día que salieron a la venta, ¡Qué suerte! Elegí unos asientos en pista, justo un par de filas detrás de las primeras, que eran más caras.
La noche pintaba la mar de bien. Pero al llegar a nuestros asientos nos encontramos hacinados en un mar de sillas plegables, enanas, y sin apenas espacio entre filas. Codo con codo con el resto de personas que, como yo, tampoco daban crédito del lamentable despliegue de medios del flamante pabellón. Tres horas por delante para poner a prueba espalda y cervicales. Además, a nadie se le ocurrió disponer las filas de sillas un poco escalonadas unas de otras, para no tener delante el cabezón de turno, sino el hueco que pueda haber entre los hombros de los que se sientan justo delante. ¡Para qué! Todos en fila bien recta, uno detrás de otro, ¡Y que Dios reparta suerte!
Una entrada para un evento que bien vale su precio debería ir de la mano de unos medios más cuidados por parte de la entidad que acoge dicho evento. Sería de agradecer que para próximas ocasiones tomaran nota. No se vendieron todas las entradas. Quizá sea mejor disponer un par de filas menos y separar un poco el resto, para así proveer más confort a las personas que asisten al evento, tanto en comodidad como en visibilidad, en lugar de disponer de sitios vacíos para los que no van.
El que compró esas sillas no se ha sentado en ellas durante 3 horas. Inviertan en unos asientos para la pista a la altura del resto de sus instalaciones. Es una pena. Y por favor, coloquen un poco escalonadas las filas la próxima vez, que además de ser de agradecer, ¡es gratis!