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Viajar hacia dentro

Viajar hacia dentroEuropa Press

Ha llegado el tiempo del calor. El tiempo de las vacaciones. Pero quizá también sea el momento de preguntarnos por qué. ¿Por qué seguimos corriendo hacia los mismos lugares, por las mismas carreteras saturadas, con las mismas colas, los mismos empujones, los mismos errores? ¿No será hora de parar, respirar y pensar: ¿realmente queremos salir de una rutina estresante para entrar en otra aún más absurda? Las vacaciones no deberían ser solo un paréntesis en el calendario, sino un paréntesis en el alma. Un tiempo para salir de nosotros mismos, pero no huyendo, sino para reencontrar el mundo con una mirada nueva, con más atención, con más verdad.

Vivimos en un mundo donde las ciudades empiezan a parecer todas iguales. Las mismas tiendas, las mismas marcas, los mismos centros históricos convertidos en escaparates. Se empaquetan turistas en realidades vaciadas de sentido, como si la cultura pudiera consumirse como un producto desechable. Y luego nos sorprende la turismofobia. La culpa no es de quien viene. Es de lo que hacemos venir, una multitud apresurada, sin tiempo ni escucha, que sustituye el descubrimiento por registros apresurados. Necesitamos con urgencia un turismo inteligente. Un turismo que disperse en lugar de concentrar. Que enseñe en vez de agotar. Que lleve a las personas a conocer territorios auténticos, comunidades reales, donde se pueda intercambiar conocimiento, historias y humanidad.

Más que un destino, elige una intención. Elige vivir por dentro el lugar al que vas. No busques solo lo que aparece en las revistas o en las redes, a donde miles acuden para repetir fotos ya gastadas, sin alma ni sorpresa. Busca lo que te transforma, lo que te serena, lo que te desafía a ser mejor. Si el único encanto de las vacaciones es no tener que trabajar, entonces es poco. Muy poco. Si vuelves de vacaciones más cansado de lo que te fuiste, algo ha salido mal. El mundo es vasto, pero la paz puede estar justo al lado. Y sobre todo, dentro. Haz de tu pausa un momento de construcción. Porque, al final, los mejores viajes no son los que nos llevan más lejos, sino los que nos devuelven más enteros. Viajes donde no perdemos el tiempo, sino que alimentamos el alma.