Investigando la guerra, entendí que todo lo duro que conlleva se tiende a callar. Y quizás sea eso mismo lo que ocurre en la vida diaria porque, según mi teoría, unas noticias tapan a otras y todo se olvida. Lo primero y lo que venga detrás. Porque vivir es para adelante, y tira. Y yo que husmeo para escribir, encontré una historia pequeña que habla de dolor y la lucha de la gente por continuar. Por lo que he podido reconstruir, después de cincuenta y pico años pasados inexorablemente. Y tras investigar en la prensa local, encontré que atropellaron a un hombre. Nunca se supo bien. Bueno es lo normal cuando proteges a alguien. No sé, lo imagino. Y esto que coparía por unos días, o no, igual en la página 15 de sucesos, nuestra atención. Se disipó al mes, como todo lo que pasa. Y seguimos con nuestras vidas. Y el otro día, yo caminaba entre las vacas. Y pensé: ¿Por qué no me llegó hasta el nacedero? Y dicho y hecho. Así me puse a andar. Olvidando. Porque hay noticias que es mejor no recordar.
Y más allá de lo doloso, porque ¡cuántos accidentes de gas con muertos! ¡cuántas veces alguien se ahogó en el rio! ¡cuántos muertos en un incendio! ¡cuántos ciclistas atropellados con resultado de muerte! ¡Un alud de accidentes de tráfico! Continuamente, en los que siempre hay familias que lloran la muerte de un ser querido. Que es dantesco. Y otras que intentan salir adelante. Y ese, que de siete puñaladas, saliendo de un cumpleaños, por la cartera, perdió la vida. Y aquella chica de cuaderno azul, que pidió un ron con cola, y fuera había una trifulca, sonó un tiro y la chica del cuaderno azul, cayó muerta. Y aquel ascensor que cayó desde un sexto piso. Y la que se lío en fiestas con la policía. Y a uno, de un porrazo lo dejaron tieso.
Pues sí, mil cosas en el poco rato que es vivir. Y siga sonriendo. Porque la vida es la cosa más bonita que tenemos y la muerte nos lo recuerda.