La respuesta está en el viento. Esta célebre frase (que a mí me gusta más en inglés, que así es como la oí por primera vez en Havant (Inglaterra), cuando era más joven, en un disco de Peter, un pelirrojo inglés, que quería hacer una fotografía al maestro de guitarra español y nos facilitaron la entrada a su camerino, porque presenté credencial de reportero, pero lo importante era la foto, no la entrevista) con música de Bob Dylan, ese judío al que concedieron el Premio Nobel, y no fue a recogerlo, porque mandó a una cantante (Patti Smith), que la pobre mujer se puso tan nerviosa que tuvo que volver en la canción atrás para seguir.
Esa canción me ha perseguido la vida y ahora me persigue más. Soy la caballería rusticana que se pregunta todo. Y no halla respuesta. Me quedo con la respuesta de mi abuelo Ramón a mi madre: hay cosas que no tienen explicación. A veces, envidio a los locos o a mi abuelo, porque yo tampoco hallo respuesta a muchas cosas. Me tendré que ir a Norteamérica para saberlo (que ahí no voy ni aunque me paguen, como una mujer sueca a la que, un día, entrevistaron en la tele). Y mientras tengáis a ese (déjeme insultarle) idiota nazi, de presidente, menos. Hay cosas que no tienen explicación, pero eso no me lo creo y seguiré buscando en el viento. Le daré al viento el ritmo, el acento y el amor del sembrador.