El próximo 7 de marzo se celebrará el examen para las oposiciones de tres plazas de Medicina en el Instituto de Salud Pública y Laboral de Navarra (ISPLN). Ninguna de esas tres plazas exige saber euskera, ni siquiera un nivel básico.

Es difícil de entender, porque el euskera se utiliza a diario en el trabajo de este instituto: para diseñar campañas y materiales educativos, enviar mensajes a la ciudadanía, colaborar con diferentes departamentos, como el de Educación, que exige trabajar en euskera, impartir formaciones al profesorado y a la población, y comunicarse con entidades locales y sociales y con técnicos y técnicas de toda Navarra.

En Navarra, algunas plazas situadas en la zona norte sí están perfiladas y exigen un nivel B2 de euskera. El ISPLN da servicio a toda la Comunidad Foral. Por ello, no puede ser que la atención, la formación y la comunicación en euskera dependan de que el personal casualmente domine el idioma. Es imprescindible que exista un respaldo institucional que garantice un mínimo: que el ISPLN cuente con personal con capacidad para trabajar en euskera, asegurando así el acceso equitativo a la salud para toda la ciudadanía.

Varias personas han trasladado esta preocupación a responsables políticos, incluida la consejera de Memoria y Convivencia, Acción Exterior y Euskera, pero las respuestas han sido el silencio o la evasiva. Es como si hablar de derechos lingüísticos y de euskera fuera una cuestión partidista. No lo es. No hablamos de ideología, sino de ciudadanía. De poder atender, formar y comunicarse con las personas que habitan Navarra en su idioma.

Es alarmante que aún no se haya dado ese paso. Garantizar el euskera en la sanidad pública no es un privilegio: es una cuestión de calidad, equidad y respeto. Eta hori bermatzeko garaia da, orain.