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Necesitamos referentes y esperanza

Necesitamos referentes y esperanzaJavier Bergasa

(Con estas palabras quiero expresar el valor de algunas personas que a lo largo de la vida se nos presentan y nos sirven de modelo y referencia, pues nos transmiten su compromiso y pasión en lo que hacen y nos enseñan. Personas que son referentes en hacer las cosas con corazón, en estos tiempos tan inciertos)

En un contexto global como el actual, en el que predomina el consumo compulsivo, las experiencias rápidas, la lluvia de información poco contrastada y un modelo de negocio que explota ilimitadamente los recursos naturales, necesitamos referentes y esperanza en una forma más humana de relacionarnos con el entorno y con las personas.

Nos hemos convertido en una sociedad cegada por un consumo insaciable y por tanto, dependientes de unas “necesidades” impuestas que no dejan de crecer.

Hemos normalizado consumir comida, tecnología, ropa o energía a costa de explotar territorios ajenos -y propios-, desplazar poblaciones, financiar guerras, potenciar condiciones laborales infrahumanas o agotar los recursos naturales.

La sensación de impotencia cada vez es mayor, ante un mundo cargado de tantas injusticias. Por este motivo, encontrar personas referentes a lo largo de la vida nos da energía y esperanza para formar parte del cambio hacia un mundo más justo.

Una experiencia laboral -y personal- que he tenido recientemente confirma esta idea:

Este año he tenido la suerte de compartir tiempo e infinidad de aprendizajes con Aingeru, un hortelano que lleva media vida trabajando en una huerta agroecológica con un compromiso y una pasión por la tierra inigualables. Una persona que ha sido capaz de transmitirme lo que siente por la agricultura, por la importancia de tejer confianza entre las personas que le rodean, por la necesidad de una producción respetuosa con el territorio y justa para quienes la trabajan.

Esta experiencia en la huerta ha sido la mejor escuela agronómica, social y política que podía pedir. Es difícil poner en palabras el agradecimiento por enseñarme que la tierra es agradecida cuando se trabaja con amor y respeto, por permitirme entender cada cultivo con observación y paciencia, por hacerme reflexionar y por fortalecer mi pensamiento crítico.

A sus 25, Aingeru fue aprendiz y su escuela fue Aranzadi. Ahora, a mis 25, la aprendiz soy yo, él es referente, y mi escuela Bidaurreta.