No sé en qué momento la Navidad se ha adelantado como unos tres meses. Este año he vuelto a ver cómo el espíritu de estas fiestas estaba presente mucho antes incluso de que empezara el otoño: los turrones y calendarios de adviento en el súper a finales de septiembre, los productos de decoración cuando aún llevábamos manga corta, o las luces por las calles ya colgadas.

Confieso que cada vez me siento más fuera del presente. Es como si tuviéramos prisa por empezar todo antes de tiempo, como si la vida real fuera solo un trámite entre las diferentes festividades. Y es que, una vez llega la Navidad, ni siquiera siento que lo sea.

Me gustaría sentir la estación que toca, cuando toca, y no tener que ir con esta prisa hacia un día concreto sin tener en cuenta casi el presente.