El hombre del saco ha vuelto
Cuando éramos críos, los mayores solían asustarnos con el hombre del saco, sombrío personaje que se llevaba a los chicos desobedientes de los que nada volvía a saberse jamás. “No vayas por ahí, qué está el hombre del saco”. “Si no haces caso, llamaré al hombre del saco”, nos decían.
Era una figura tenebrosa, de contornos difusos, mitad criminal, mitad vagabundo, a quien jamás vimos la cara y cuyo lúgubre recuerdo se pierde en la noche de los tiempos de la España más negra. Nunca supimos quién era ni por dónde andaba.
Hace ya años que al Ayuntamiento de Cabanillas se le han perdido doscientos y pico mil euros. Bueno, perdidos, lo que se dice perdidos, no están. En realidad, de sobra saben dónde paran, pero parece que les cuesta encontrar el momento y la forma de echarles el guante y de hacerlos venir al sitio en que deberían estar: La Caja Municipal.
A pesar de la transparencia que hoy debe inspirar la actuación de los poderes públicos, aún quedan en la práctica administrativa reductos oscuros, muy oscuros, que de forma deliberada se sustraen al conocimiento de los ciudadanos. El Saco Opaco es uno de ellos.
Alguna vez me he preguntado si no habrá ahora por el pueblo algún heredero o sucesor de aquel siniestro personaje que nos aguaba la fiesta en nuestros tiernos años, que lleve en su turbio saco todo o parte de ese dinero fugitivo.
El día menos pensado, como si de aquella legendaria emisión radiofónica de Orson Welles se tratase, encenderemos los transistores y oiremos: “Ciudadanos, amigos, vecinos, camaradas, compañeros y hermanos, gente honrada y de buena fe: el hombre del saco ha vuelto”.