Mis padres tuvieron que abandonar su tierra para buscar trabajo y dignidad porque aquí, bajo el régimen franquista, solo había miedo, pobreza y silencio impuesto. Se marcharon con una maleta, sin garantías y sin apoyo, pero con la determinación de sobrevivir. Eso era el franquismo: ausencia de futuro y presencia constante de terror.
A quienes hoy, sin haber vivido nada de aquello, se permiten repetir que “con Franco se vivía mejor”, les propondría experimentar lo mismo: irse a otro país sin red, aceptar los trabajos más duros, los horarios interminables, los sueldos indignos, la enfermedad sin derechos, la discriminación por ser personas extranjeras. Esa fue la realidad de miles de familias.
Algunas personas no pudieron regresar nunca. Otras volvieron para reconstruir un país arrasado por una dictadura que despreciaba la libertad. Y muchos hijos crecimos entre dos mundos, soportando burlas, prejuicios e insultos simplemente por haber nacido o crecido fuera.
Por eso, cuando hoy escucho a quien idealiza al dictador y su sistema de opresión, solo veo ignorancia, desmemoria y una falta absoluta de respeto hacia quienes sufrieron de verdad.
Un recordatorio final: al fascismo se le enfrenta, de frente y sin miedo.