Las coincidencias las carga el diablo. Por esa razón no me causa demasiado asombro que el Consejo General del Poder Judicial haya ratificado la expulsión de la carrera judicial del juez Baltasar Garzón en el aniversario del golpe de estado del 23-F, del oscuro 23-F, de cuyas entretelas no vamos a enterarnos jamás. ¡Qué coincidencia y qué siniestra humorada! Como si lo hubiesen hecho adrede, además de a prisa y corriendo. Pero encaja y rima con todo lo que ha venido sucediendo con Garzón, no desafina, al revés, se ve muy conjuntado. Esa charanga entogada va a ritmo de Paquito el chocolatero sin desafinar una nota. Paquito el chocolatero, pachanga levantina que anima el corral con sucesivas revelaciones. No hay día que no perdamos la oportunidad de saber en qué país vivimos. Ay, la venganza entogada, disfrazada de justicia y de estricta, demasiado estricta, aplicación de la ley. El eco nacional e internacional de esa sentencia condenatoria se irá apagando como se apaga todo. Quedará el juez en su solitario laberinto. Puede que no tenga carrera judicial por delante, pero tiene otras carreras, otras plataformas desde las que hablar de este tiempo nuestro tan necesitado de justicia y tan poco de espectáculos judiciales arrevistados y de astracanadas. Tal vez no nos guste todo lo que diga el juez o que guste más a unos que a otros, pero eso no quita para que este esté siendo un episodio de verdad negro de la democracia española que deja a la magistratura en una posición comprometida. ¿Les importa? Poco. Pertenecen a la amplia casta de los intocables, evolucionan en otro mundo, en el que no tenemos acceso alguno.

No hay día, decía, que no perdamos la oportunidad de comprobar en qué país estamos, y uno es la negativa a retirar los símbolos franquistas o las brutalidades policiales impunes, y otro unas medidas económicas y laborales brutales que hacen pensar en algo que venimos diciendo desde hace años: la crisis no la van a pagar los ricos, ahora llamados "rentas más elevadas", sino los trabajadores. Demagogia o no demagogia, son esas "rentas" las que van a seguir haciendo dinero a costa de las "rentas menos favorecidas" (pobres, parados, empleados en vilo o en precario, casi jornaleros del gran cortijo, arruinados...) gracias a las demoledoras medidas que ha tomado el Gobierno y que ahora mismo andan paseando por el mundo como si fuera una gran cosa buscando la aprobación de quienes de verdad mandan. Todo muy solidario, mucho, muy justo, muy equitativo, pero muy propio de un país gobernado por una derecha conservadora, autoritaria y muy partidaria del sistema neo liberal, o de lo que queda de él, donde se expulsa de la carrera judicial al juez que pretendía poner coto a la corrupción de altura. ¿Cuántos casos de corrupción política, administrativa y bancaria han quedado sin ser siquiera no ya perseguidos, sino meramente denunciados? Gente que cobra y gente que paga y que firma y que mira para otra parte y que incluso piensa que qué más, que todo el mundo lo hace o lo hace todo el que puede... se roba hasta en la Cooperación con Latinoamérica. Ahora en Valencia -¡Paquito el chocolatero! de nuevo-, el País del Partido Popular, con la ayuda a Nicaragua. Bochornoso. ¿Asociales? Quiá. Capitanes de empresa. Ladrones... ¡Y cómo visten!

¿Quién puso coto a gente como la Amorós, directora de la CAM, que tras ser acusada de falsear las cuentas de caja de la entidad y de adjudicarse una pensión vitalicia de 369.497 euros, fue expulsada y ahora reclama 10 millones de euros? Nadie. ¿Y sus abogados hablan de imagen dañada? Hablar de conducta antisocial es poco. Resulta inadmisible decir con fatalismo que las cosas eran o son así. Hay pendiente una gran tarea política para impedir que las cosas sigan siendo así. Islandia procesa a sus banqueros, responsables de la crisis. Aquí siguen mandando y hasta es difícil conseguir la dación en pago en el asunto de los impagos hipotecarios.

Ganas dan de mirar para otra parte... pero resulta difícil hacerlo cuando salta la noticia de que la infanta Cristina cobraba 3.000 euros mensuales de la trama financiera organizada por su marido y su socio, disfrazada de no sé qué sin ánimo de lucro. ¿Sabía o no sabía la infanta Cristina de dónde venía ese dinero? ¿O nunca le interesó saberlo,más acostumbrada a ser pagada por ser vos quien sois que por su trabajo efectivo? No me parece que los jueces de instrucción vayan a averiguarlo y a poner en claro todos y cada uno de los extremos en sombra de este caso, esté en ellos quien esté. Para esta gente de las alturas o del otro mundo, tal vez 3.000 euritos no sean nada, una bagatela, pero en este país de la pobreza galopante, 3.000 euros mensuales es mucho, con demagogia de por medio o sin ella. Vislumbro en el horizonte un apañado, y muy fundamentado, mucho, palmo de narices, tanto como la sentencia contra el juez Garzón. Me parece que en breve vamos a topar con "más altos intereses". Por no hablar de esa actitud bastante generalizada que ve con enojo que se está acosando a la familia real en el lomo de los duques de Palma no porque falten motivos, sino porque ese acoso, esas sucesivas revelaciones, estropean un paisaje idílico de cubierta de yate veraniego y gente jatorra que para ellos representaba el país de Jauja. El público descubre que no era oro todo lo que relucía (o sea, al revés, nada relucía y había oro público a raudales) y no le gusta lo que descubre, preferiría que las cosas fueran como de un Hola eterno, a ese público le gustaría ser eterna, dulcemente monárquico porque la monarquía da imagen de orden, de lujo, de cosa eterna. No les perdona que se haga trizas su icono mediático. Los pocos cientos de republicanos que le abuchearon al duque que fue a defender su honor y la verdad, ahí es nada, cuentan poco con los miles de lectores potenciales del Hola, que es como L'Observatore Romano de la realidad española.

El público... El Público se acabó. Un periódico menos que no acabó de encontrar su espacio, sus lectores, su público. Casi mejor tocar madera en este tiempo de crisis. El Público chocó con un público de listos poco receptivo a la opinión de verdad a contracorriente que afinaba el lápiz de su ingenio romo en el sacapuntas de unas opiniones molestas, anacrónicas, progressss...