llama la atención que frente a tanto atentado, tanta resistencia y tanta desobediencia a la autoridad, haya, en comparación, tan poco abuso de esta, a penado me refiero, delito también tipificado en el Código Penal, pero tan difícil de probar en la práctica, como bien saben quienes lo padecen y quienes lo practican; algo que lo convierte en papel mojado, en una mera pamema para cubrir la apariencia de una igualdad ante la ley que no se cree ya nadie. Aprovechemos para decirlo ahora, cuando gozamos de una rara libertad de expresión, antes de que también acabe penado todo lo que sea poner en solfa esa autoridad tan proclive a practicar la arbitrariedad protegida por un testimonio de calidad que cubre la impunidad total y a demostrar quién es quien, venga o no a cuento, sobre todo lo segundo. Si va a ser delito cogerse de los brazos en una manifestación vamos por mal camino y prefiero no imaginar cuál va a ser el próximo delito que pueden introducir en el código penal a título preventivo.

Eso sí, antes de que no podamos marchar por la calle cogidos del brazo, ocupémonos algo, no mucho, de las andanzas cinegéticas del monarca reinante y de la patética comedieta de baja estofa montada por la real casa para intentar salvar la imagen dañada de la monarquía aprovechando la buena fe y la predisposición de la ciudadanía a considerar la convención social del perdón como una virtud moral, incluso cuando es una pamema probada urdida con el fin de atajar el vendaval de críticas a la monarquía que venía fraguándose desde antes incluso que se destapasen las trapisondas de Urdangarin y su cuento de nunca acabar. Hay que aprovechar el beneficio de la duda para apuntalar la imagen de la llaneza, la insólita humildad y la majeza reales. Penoso. Casi mejor mirar para otra parte, pero es difícil.

De entrada, la noticia era muy clara: la petición de perdón real había sido "decidida" por la casa, también real, dos días antes de que fueran pronunciadas las históricas palabras, porque de históricas palabras estamos hablando, tanto que antes de nada las veremos convertidas en preguntas de concurso televisivo de tanto arraigo como las del Carnicerito de Málaga anunciando la muerte del caudillo. Algún día nos enteraremos de quién ha tenido la feliz idea de montar esta comedia tapabocas; y si no nos enteramos, tampoco pasa gran cosa. Lo que no era censurable un día, se convertía al día siguiente en un error por el que si se pedían excusas se demostraba grandeza moral. Retorcido, cuando menos. ¿Un monarca que está por encima de la ley pidiendo excusas por algo que hasta la víspera justificaban todos sus partidarios pertrechados en los grandes periódicos o en sus puestos de gobierno? ¿Dónde se ha visto eso? Pues en el país de los sainetes y las zarzuelas, el de los majos y las majas, los gatos y las manolas... el país devoto de Frascuelo y de María.

Tenía algo de razón el escritor colombiano Fernando Vallejo cuando decía que lo que había llamado la atención no era tanto que el rey cazara elefantes como que fuera él quien los matara. Los elefantes en sí mismos importaban poco. Por lo visto sobran. La censura solo llegaba al cazador, no a la caza, y poco, muy poco, demasiado poco a las turbias circunstancias concretas que rodean al hecho. Esta es una historia de farsantes en la que el rey tampoco tiene un papel del todo protagonista. Yo lo veo como atrapado en su propio papel, algo patético, a merced de políticos con pocos escrúpulos.

¿Hemos ganado algo con esta trapisonda? Poco, por no decir nada. Las cosas van a seguir estando como hasta ahora, si no peor. La manera trapacera en que se han cerrado filas políticas y sociales en torno a la monarquía lo dice todo.

La caza mayor, los safaris y cacerías son un gran negocio montado para quienes pueden pagarlos. Pertenece a otro mundo, ajeno por completo a la crisis que echa a la gente a la calle, al mundo blindado de los más privilegiados y por lo visto es una cosa muy española. Porque ahora nos enteramos de que el país de la charanga y la pandereta es el que más trofeos importa de osos, urogallos, ciervos, elefantes, tigres y bichos con cuernos retorcidos que andan por las montañas de la China o de Rusia o de Mongolia o de algún lado, me es igual, pero lejos y caros.

Y nadie va a preguntar de manera oficial acerca de esas trastiendas reales, empresariales, gubernamentales, financieras, y aunque pregunte no va a obtener respuesta alguna sobre qué se esconde detrás del pago de esas cacerías millonarias ni cuántas han sido hasta ahora ni cómo y en qué condiciones se han obtenido ciertos contratos oficiales ligados a esos financieros que, por las trazas, pululan por los muelles de atraque de los grandes yates veraniegos: el otro mundo. Esta broma le podría haber costado el puesto a cualquier político, como le costó a la Alliot-Marie, alcaldesa de San Juan de Luz y ministra de Exteriores, por su tráfico de influencias familiar en Túnez; al rey de España, no. La transparencia nacional no va a llegar nunca tan lejos ni tampoco se va a investigar y hacer público cuáles son los intereses económicos de los sauditas con los sucesivos gobiernos españoles. Porque esto no es de ahora. Esto hace años que colea, desde la farra olímpica por lo menos. Ya Berlanga con sus escopetas nacionales se fue de escena y no creo que esta astracanada acabe en escenario alguno: el público anda estragado.

Los actuales gobernantes confían en que, gracias a las últimas puestas en escena, la borrasca antimonárquica amaine pronto y acabe por imponerse el buen sentido de no fracturar la cohesión de clase que ahora sostiene no ya al partido en el gobierno, sino la Patria misma, ahí es nada. Como siempre, está en peligro la sagrada unidad de España y el famoso Estado del bienestar que el gobierno mina un día sí y otro también a base de recortes y decisiones gravosas para la mayoría: es mucho mejor lo malo conocido que lo peor por conocer y etcétera. Y hasta este enjuague nacional, este atropellado lavado de cara institucional, estos propósitos de la enmienda en nada real cifrados, le puede venir bien al duque de Palma, si es que las cosas pintan tan mal como parece que van pintando para él y para sus socios en un caso que amenaza con dejar chiquito al de la pepera trama Gürtel.