A una noticia mala le sucede otra peor, o tal vez solo más incomprensible, por indescifrable, aunque sospeches que de alguna forma te perjudica. Una patraña descarada es el anuncio de una mentira rebuscada. Y por si todo lo anterior fuera poco, a un abuso, le sigue una medida de fuerza que solo fortalece y beneficia a quien la ejerce y a los suyos. Estamos gobernados por una gente que confunde el mando con el menosprecio hacia los administrados, porque lo que cuenta no es el servicio público y demás mandangas -corre de nuevo que es un gusto el Viña Mandanga del mejor año para brindar a lo loco, porque de todos es sabido que a lo loco se vive mejor-, sino poder celebrar los triunfos personales, particulares o de casta sobre una población reducida a ser objeto continuo de burlas: ya no es cuestión de apretarse el cinturón, sino de no acabar en la calle.

La mentira es una maña política de importancia reducida porque deja de serlo si, digas lo que digas, te aplauden o cuando menos te la absuelven silenciándola. Además, poco importa mientras no seas tú el perjudicado y quien en esas anda no lo es jamás.

El día de la libertad de prensa fue regado con Mandanga, porque mientras Josep Ramoneda sostenía que "para los gobiernos la comunicación no es información, es propaganda. No se trata de explicar lo que ocurre o lo que se hace, se trata de hacer creer a la gente lo que conviene al que manda", un juez celebró tan señalado día ordenando borrar el contenido de una tarjeta de cámara fotográfica digital de un fotógrafo de prensa sin ver su contenido, porque sí y sin apoyarse en fundamento legal alguno. Al parecer, el fotógrafo tomó imágenes de una escena callejera en la que se veían unos mendas que resultaron ser policías. ¿Se identificaron los policías que retuvieron o detuvieron al fotógrafo? No lo sé. No estaba allí. Pero me creo lo que diga el fotógrafo antes de lo que puedan sostener los funcionarios, eso por principio. No hago sino poner en práctica a contrario sensu lo que ellos hacen. ¿Tiene esto importancia? Depende de en qué bando cierres filas, a quién apoyes en la pugna o cuál sea tu situación social y económica. Para el juez y los suyos, no tiene la menor importancia. La desigualdad del ciudadano ante la ley es manifiesta y llega a grados de indefensión. Cuentan con que la gente prefiere olvidar los atropellos.

Los socialistas, por boca de Rubalcaba, hablan de la deriva autoritaria del Gobierno, pero olvidan que esa deriva empezó cuando ellos estaba en el Gobierno. Esto que vivimos ahora no es sino un suma y sigue. De la misma forma que se olvida que el festival financiero que dio en el descalabro del sector de la construcción no lo empezó Zapatero, sino Aznar.

Mentiras, medias verdades, dobles raseros, esa es la tónica general y mucho Viña Mandanga en las copas para brindar por los triunfos en esta loca y todavía sorda pelea amañada hasta el delirio.

Viña Mandanga para brindar por el brote de patriotismo que ha surgido con las expropiaciones argentinas y bolivianas. Para populismo, el nuestro. Mientras se suceden los descalabros sociales el gobierno palía su deplorable política exterior, su diplomacia lacayuna o el encubrimiento institucional de las trapisondas de ingeniería financiera de sus transnacionales, con el patriotismo del pueblo llano, noble pueblo, que saca pecho y vocea que es un primor, y pide guerra o cuando menos represalias, y ya piensa en tramarla con el boliviano del barrio o con quitarles algo, lo que sea, aunque no sepa qué ni a quién, y no le vaya un duro, un puñetero duro, en el negocio: esa manera bochornosa en la que los menos favorecidos hacen suyas las vidas y negocios de los ricos.

Eso sí, con mandanga de por medio o sin ella, de los entresijos de esas empresas expropiadas y de sus manejos financieros ni palabra. Nadie da nada gratis. Pocos serán los regalos que no estén envenenados y no signifiquen a la postre una compra. Así, la ayuda institucional (monumental en el caso de Bolivia) como una forma de pedir benevolencia para las empresas que vienen detrás, una actitud de favor, algo, que facilite los negocios. Hay que felicitarse de que Chile sea una democracia gustosa y plenamente neoliberal en manos de empresarios que saben lo que se hacen (¿o no?) porque de tener gobernantes como sus odiados vecinos, las expropiaciones de empresas españolas atentas a conseguir un máximo de beneficios iban a sucederse en cadena: hay ambiente.

Viña Mandanga para brindar por tus éxitos en el caso en que te toque pactar con las fiscalías, en la medida en que si tienes dinero suficiente puedes hacerlo y eludir la cárcel o males mayores. Es decir, que los capos mafiosos pueden eludir la cárcel si pagan lo suficiente. A esa conclusión se llega tras asistir a la asombrosa trapisonda protagonizada, una vez más, por el tándem Urdangarin/Torres y la fiscalía: es una cosa corriente. ¿Cuánto de corriente? ¿Quiénes, cuándo y cómo han salido ya por esa gatera judicial?

Días pasados se anunció que la fiscalía suspendía las reuniones con los abogados de Urdangarin y Torres por el "eco mediático" de Iñaki Urdangarin. Acto seguido, el abogado de Urdangarin aseguraba que no negociaba con el fiscal un acuerdo para que el duque reconociera varios delitos, de los que se había declarado inocente, con la protección del rezo de algunas avemarías (se dijo, se dijo, se escribió) y devolviera el dinero público obtenido de sus tratos con varias administraciones con el fin de evitar su ingreso en prisión, que era la primera de las noticias. ¿Se han reunido, se iban a reunir, lo van a hacer? ¿En qué quedamos? ¿Cómo y por qué y por quién salió a relucir la cifra exacta del posible pago por eludir la fase pública del proceso y la pena de privación de libertad? ¿Si el duque de Palma era inocente hace unas semanas, cómo es que ahora es o puede ser culpable? ¿Y de no haber habido "eco mediático", qué habría pasado, lo mismo que con la cacería real?

Los avisos del socio de Urdangarin de contarlo todo suponen, además de una amenaza, un reto: a ver si se atreven a llevar la instrucción del procedimiento hasta sus últimas consecuencias, es decir, a poner en jaque a algunas instituciones del Estado, a la familia real y a considerar la posición jurídica de aquellos que pagaron las trapisondas de Urdangarin/Torres a sabiendas de lo irregular de los pagos y los manejos financieros. No pactarán con los terroristas, dicen, pero es probable que lo hagan con los chorizos.