una vez vi en una iglesia un bote de cristal con la sangre de San Lamberto. Por lo visto la sangre se licuaba o se coagulaba no me acuerdo en qué circunstancias, ni me importa. Lo que sí recuerdo es la sensación de asco que me produjo entrever bajo la capa de polvo aquella especie de paté canucido en un frasco de los de embotar pimientos.
Esa imagen me viene a la mente cada vez que oigo hablar a alguien del Gobierno sobre el inmenso trabajo que hacen en torno al vascuence. Será para dejarlo arrinconado en una venerable vitrina entre otros recuerdos de nuestros venerables antepasados como el brazo incorrupto de San Francisco o la garganta de Gayarre.
El martes Maximino Gómez, director de Euskarabidea repitió más de diez veces que estamos en crisis, y que el dinero que hay da para lo que da y bla, bla, bla. Lo que no quedó tan claro es por qué no dan el dinero que prometen, el asignado en los presupuestos a los euskaltegis o a los servicios de euskera, entre otros. Eso es sadismo presupuestario. (Según el diccionario de la RAE sadismo: crueldad refinada, con placer de quien la ejecuta).
Sistemáticamente este Gobierno tiende a perjudicar y a maltratar todo lo que puede resultar positivo para el uso de la lengua como modo vivo de expresión. Zancadillas en la enseñanza, trabas al modelo D, abandono de proyectos tan interesantes y veteranos como el del bertsolarismo en las aulas, falta de interés en potenciarlo en los espacios de ocio, obcecación en contra de los medios de comunicación? No se puede actuar así y después decir, como dijo el señor Gómez, que el problema que tiene el euskera es "que no se usa". Se usa, menos de lo que se podría, de acuerdo, pero se utiliza a pesar de que ustedes hacen todo lo que pueden para evitarlo.