el pensamiento es libre y en el uso de su libertad puede decidir ser o no ser argentino. Para ello, es preciso saber previamente en qué consiste la argentinidad de las especulaciones. Qué la promueve y qué la contesta. Parecerá una obviedad, pero hay que empezar por el principio. Una vez fui a un curso de Word y el primer punto rezaba: Introducción al manejo del cursor. ¿Prescindible? No hay que dar nada por supuesto. Y esa es la postura de Cristina Fernández. La presidenta argentina, que parece que va siempre de boda, ha creado la Secretaría de Coordinación Estratégica del Pensamiento Nacional.

Supongamos que una persona de San Miguel de Tucumán o del mismo Buenos Aires quiera tener, honestamente, porque le sale, un pensamiento argentino. ¿Qué mejor que mirar en la web del Gobierno para hacerse idea de las líneas generales y más tarde para comprobar que lo ha hecho bien? Hay que decir en honor a la presidenta que se contempla que la cabeza pueda volar alto y también se admite el pensamiento latinoamericano. Imagino que ya se habrán colgado tutoriales para hacer accesible este poderoso caudal intelectual y distinguir ambas modalidades.

Habrá quien opine que la nueva Secretaría es en el mejor de los casos una ingenuidad porque, como cantaba Luis Eduardo, el pensamiento no puede tomar asiento, en el intermedio una canonjía para un amigo y en el peor un totalitarismo distópico. Gente malpensada. Lo que ocurre es que Fernández, dale nomás, con valentía, se ha adelantado y ha dado rango oficial a la pedagogía que el pueblo necesita, porque si los pensamientos se desparraman pueden llegar a ser ajenos, incontrolables y dañinos como avenidas de agua y ya no hablamos de libertad sino de libertinaje.

Era así, ¿no?