hasta qué punto está la cosa movida por aquí, que se hace una encuesta y sale que barre un partido sin candidatos, sin programa, sin política de alianzas y sin definición en temas claves. Me desdigo de la semana pasada: Uxue Barkos tenía razón. Los que quedan en el barco institucional navarro parecen ser ya los de la orquesta del Titánic, del que Barcina, como no podía ser menos, ha sido la primera en huir. Habrá errores de bulto en los resultados del último Navarrómetro, escaños mal atribuidos e intenciones de voto ocultas no percibidas por los cocineros del sondeo. Efectivamente, en noviembre de este año 2014 presentarte públicamente como votante de UPN o del PP es aparecer, ya no como un facha, sino, mucho peor, como un pobre cretino. Ni tan siquiera es desechable que se haya querido utilizar esta prospección como un electroshok que sacuda a la alicaída peña de la Navarra foral y española. La coleta de ese nuevo huno nacionalizador y socializante llamado Pablo Iglesias debe de asustar a la parroquia mucho más que el flequillo abertzale. No me cabe la menor duda: en mayo habrá más parlamentarios de UPN que los que dice la encuesta de Orbere. Quizás hasta del PP. E incluso del propio PSOE. Pero el hiper-mega mosqueo del personal detectado con todo lo que ha pasado y todo lo que está pasando parece bastante real. El sondeo tal vez no ande muy fino en el momento de dibujarnos el nuevo Parlamento posible. Sin embargo, me da que acierta con las ganas de guillotina de mucha gente. Luego, se ve que hay mucho de enganche mediático, de pulsión por lo estelar y por los horarios prime time en la forma en que ese cabreo se decanta. Ahí es donde los partidos que, en principio, parecerían localmente mejor situados para recoger los frutos de ese enfado ciudadano, deberían de reflexionar. O, simplemente, currárselo más.
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