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Padres peligrosos

siete de cada diez niños que mueren por sarampión en el mundo lo hacen en países donde las vacunas no alcanzan a la mitad de la población infantil, pero los otros tres lo hacen en países donde podrían haberse evitado estas muertes. Por supuesto todos los muertos por sarampión son niños que no han sido vacunados; ni un solo niño vacunado contra el sarampión ha adquirido por esta vacuna una enfermedad como el autismo. Los datos hablan por sí solos, y estas y otras enfermedades se pueden evitar con vacunas seguras y comprobadas. A pesar de los hechos, en Europa están apareciendo en los últimos años más brotes que nunca: la OMS hablaba de más de 6.500 casos en nuestro continente, llegando al nivel epidémico en Francia en 2010, alcanzando más de medio millar de casos en Andalucía... La semana pasada se conoció que en el parque temático de la Disney en Los Ángeles se produjo un brote de sarampión que afectó a 70 niños en un solo mes. Eran niños cuyos padres habían decidido no vacunar a sus hijos, unos por el espejismo de la seguridad que da estar rodeado de gente vacunada y otros simplemente porque están convencidos de que las vacunas son malas.

¿Quién ha adiestrado a estos progenitores en una práctica tan peligrosa? Desde luego hay un movimiento mundial antivacunas que se propaga de la mano de otras fobias tecnológicas, y ese buenrollismo de lo natural que debería explicar por qué permite que la gente enferme por culpa de su ideología. En muchos otros casos simplemente hay ignorancia y poca información. Y es que es más fácil hablar de lo que cobran los famosos en un reality show o del fútbol o meter el coco con la llegada de la izquierda al Gobierno griego que tener ciudadanos comprometidos e informados. La ignorancia no sale gratis, y causa muertes. Por si no lo sabían. Hasta en el mundo feliz de Disney.