COP21 (a la tercera...)
El ministro francés hizo sonar una pequeña maza que era un mazazo para el planeta. Por ponerle frase a la imagen de Fabius dando por válido un consenso que el pasado sábado se había conseguido. Luego los grandes líderes mundiales se daban palmadas y se hacían la foto, no en vano poner de acuerdo a 195 países (y a la Unión Europea que actúa también como otro agente que firma el documento de París) es todo un hecho histórico... hasta que te fijas que es un pacto no vinculante más de forma difusa y colectiva, no para las responsabilidades individuales, que no es más que una declaración de deseos y una promesa de inversiones que tampoco se sustancian de manera obligatoria y que deja pendiente lo que realmente harán los grandes países productores de calentamiento global. Hollande les decía a los otros representantes el pasado sábado que ahora sí podrían estar orgullosos ante sus hijos y nietos. Pues no lo sé, será que yo parezco más el cuñado que nunca está de acuerdo, pero todo esto supone muy poco. Y no es porque no se viera, precisamente, que al final la preocupación por algo intangible como el futuro no es tan preocupante como el presente.
Quizá es histórico el proceso que ha ido apartando ya la primera fase, la de la negación. Imagino que recuerdan eso de las cinco etapas del duelo de Elisabeth Kübler-Ross (un modelo imaginario en cualquier caso, que no es más real que cualquier otra cosa que nos inventemos, pero que funciona estupendamente como metáfora). La ira no nos la dejan porque la injusticia es consustancial al mundo actual. En la negociación ya hemos visto lo que pasa: si haces un acuerdo suave y sin compromisos es más sencillo. Y punto. Algunos nos hemos instalado en la depresión, pero tampoco cambia nada. París es realmente el paso final: la aceptación de que no haremos nada porque nada nos importa.