Parece que el TAV y el canal de Navarra serán los catalizadores de la próxima movilización contra el Gobierno de Barkos. Más madera, es la guerra. Se trata de repetir el esquema del pasado día 3. Una vez más, una mentira como reclamo: se trata de dos proyectos que UPN, de común acuerdo con el PP, dejó conscientemente aparcados en la legislatura pasada, pero que ahora exige sí o sí al ejecutivo foral. Y una vez más, un alarmado manifiesto de un grupo de “ciudadanos anónimos” da el pistoletazo de salida, antesala de la “adhesión” de los dos partidos citados y de quien quiera unirse a la juerga. Esta vez, sin embargo, corren contra el tiempo. Estamos enfilando el último tercio de junio y en Pamplona están ya poniendo el vallado. Ni UPN es capaz de organizar un evento así en los escasos 20 días que quedan para que aquí se acabe el mundo. Por muy grande que sea el dolor por el poder perdido, no me imagino a esos nostálgicos de los felices tiempos ocupados de movilizaciones en vísperas de recoger el abono, arreglar el almuerzo del 6 o salir de estampía de la city en búsqueda de latitudes más sosegadas. Sin contar con que, de no mediar una bajada general de temperaturas, una concentración de este tipo podría perjudicar seriamente futuras posibilidades electorales a base de -Dios no lo quiera?- mortales golpes de calor y homicidas bajadas de tensión entre sus partidarios. Luego vienen dos meses durante los cuales la política importa a la gente lo que a Rajoy la vergüenza. El ejecutivo foral tiene pues hasta septiembre para salir del lío. Pero que no se descuide. En el calendario de movilizaciones de la oposición a la marcha contra el euskera sólo le falta ultimar fecha. Sería de agradecer que, para entonces, el Gobierno de Navarra le haya dado ya verdaderos motivos de protesta. De momento, su queja es sólo pose y vicio.