Para muchos de nosotros, refugio hay sólo uno. Durante décadas, ir al refugio era encaminarse al que el Club Deportivo Navarra abrió en 1971 en el valle de Belagua y desde el que tantos aprendimos a querer la montaña. Nuestros mayores lo construyeron tras muchos esfuerzos, lo disfrutamos de críos, sobre todo de jóvenes, y ver deteriorarse esa peculiar arquitectura desde que cerró hace trece años, abandonada a merced de la naturaleza y del vandalismo, ha sido una pena.

Ahora, un plan de cooperación transfronteriza aprobado por la Comunidad de Trabajo de los Pirineos hará posible la rehabilitación del Ángel Olorón, en un proyecto que pretende revalorizar el entorno del Pic d’Anie o Auñamendi y de la Reserva Natural de Larra.

Se trata de una gran noticia, sin duda de un dinero bien invertido para que cualquiera pueda acercarse a dar un suave paseo por esos preciosos parajes y, sobre todo, para que las nuevas generaciones dispongan de un lugar desde el que aprender a andar y a amar el monte, a vivir sus primeras noches sólo con amigos y a agradecer un plato caliente después de un día de esfuerzo. El refugio les ayudará, como lo hizo con nosotros, a contestar por qué han preferido un fin de semana en Lakartxela o Arlas a irse de juerga o quedarse tirados en casa.