El Gobierno del cambio ha montado su Día de la Banderita, a riesgo de que Cruz Roja reclame copyright. Un decreto foral concede la Medalla de Oro de la Comunidad -se entrega en la festividad de San Francisco Javier- a los tres historiadores que informaron en 1910 el diseño de la bandera oficial de Navarra: Campión, Olóriz y Altadill. Un diseño de síntesis a partir de anteriores pendones y enseñas. Funcional. Distinción a título póstumo, “por su aportación a la historia, la cultura y la identidad de la Comunidad Foral”. Un encargo de la Diputación Foral como miembros de la Comisión de Monumentos Históricos y Artísticos. La concesión parece una reacción gubernamental a la nutrida manifestación del primer sábado de junio en defensa de la bandera, tras la derogación parlamentaria de la Ley de Símbolos que prohibía la exhibición de la ikurriña en los Ayuntamientos. Su defensa pública no podía dejarse en manos de los detractores del vasquismo. Método: honores a la tela consagrada mediante loa y púrpura a sus eruditos redactores. La distinción se ha topado con detractores políticos: la UPN de Esparza desprecia hoy lo que la UPN de Sanz festejó en su centenario (2010); IE y PSN vinculan a Arturo Campión (hostil con la izquierda) con ideología xenófoba y racista (concomitante en algunos aspectos con Sabino Arana) y con apoyo al golpe fascista del 36. Las distinciones pueden ser merecidas, pero siempre son subjetivas y discriminatorias. Discutibles. Las individuales y las corporativas. Se conceden a conveniencia de promotor. Lustre político, populismo social o agasajo de afines. Cada gobierno proclama su DUI (Declaración Unilateral de Ilustres). Pocos obtendrían un aval social mayoritario. Casi ninguno resistiría la lupa sobre su biografía. Las altas distinciones forman parte del teatrillo institucional, con su protocolo, su boato, sus discursos, su claque sincera y fingida, su incienso, su música y su aperitivo. Fiesta y farsa.