Los Reyes Magos, Olen-tzero, San Nicolás-Papá Noel-Santa Claus, la bruja Befana en Italia y el tió de Nadal catalán, así como otros que desconozco, son personajes mitológicos que siempre debieran vivir entre nosotros porque nacieron con el único fin de hacernos recordar la verdad de la fantasía.
Dejémonos por un momento de críticas al consumismo y al estrés navideño para transportarnos a la más pura ilusión. La que mantuvo durante años mi padre, hijo de una casa pobre llena de niños, soñando con una bici que jamás llegó, la que viví cuando por fin logré unos esquís, eso sí compartidos con mi hermana, y la que ayer sintió mi sobrino al saber que se había portado lo suficientemente bien como para conseguir la pista de coches de la que llevaba semanas hablando.
De esta locura de la que ahora hemos salido, sólo nos salvamos sin dolor si en alguna ocasión recibimos con una sonrisa la llegada de sus majestades a casa en estado no muy regio y más que dispuestos a despertar a los hijos pasadas las cuatro de la madrugada, si vives solo y bajo tu árbol aparecen unos paquetitos el 25 o el 6, si eres una chavalín sin grandes pagas y logras que tus aitas obtengan el regalo que pediste para ellos o si nunca olvidas poner en el balcón agua, fruta vino y queso.