El primer impulso tras cualquier tipo de agresión a un ser querido suele pasar por querer ir a por el atacante o desearle que se pudra entre rejas. Así, en sólo unos días, la madre de Diana Quer ha pedido medidas ejemplarizantes, en alusión a la prisión permanente revisable, para el presunto autor de la muerte de su hija y la hermana de este hombre dice que no merece vivir ni salir de la cárcel, sin olvidar que la alarma generada tras el caso de los dos menores que provocaron el fallecimiento de Ibon Urrengoetxea en Bilbao ha abierto de nuevo el debate sobre la edad mínima de responsabilidad penal, en la actualidad a partir de los 14 años.
Aunque pasamos la infancia y parte de la juventud entre libros y profesores, en teoría en pos del desarrollo del raciocinio, actuamos en demasiadas ocasiones por órdenes incontrolados del corazón y de las entrañas, que nos llegan a dominar hasta no dejar espacio para nada más. Tenemos la piel muy fina cuando nos tocan lo nuestro y debiéramos entender la lógica de la ira, sí, pero también la terrible indiferencia que desplegamos ante muchas atrocidades que existen más allá de nuestro radio de amor y el peligro que supone que los corazones partidos por la tragedia dicten el derecho penal de cualquier comunidad.