dio una última calada a su cigarro, tiró la colilla a un charco y se subió el cuello de la gabardina. Entró en la tienda con rostro serio y se dirigió hacia el interior con paso seguro. Notó como el dueño de la tienda se sobrecogía al verle acercarse. Estaban solos en el establecimiento. No habría testigos. Genial. Dejó caer su carpeta sobre el mostrador y con voz cavernosa preguntó: “¿Alguien sabe euskera en este establecimiento o vamos a tener que hacer algo para solucionarlo, amigo? Ya sabes a qué me refiero y sabes también qué es lo que te conviene si quieres mantener tu negocio? y tu vida.”
Una cosa así es lo que se imaginan algunos cuando oyen que el Ayuntamiento de Pamplona va hacer una campaña de fomento del uso del euskera en establecimientos comerciales y de hostelería. Ya sé que acaban de pasar las semanas negras de Pamplona y Baztan y que es muy divertido montarse películas, pero de ahí a imaginar este programa como un modo de extorsión, de control ideológico o de soborno, va un trecho. Y ni que decir tiene que la medalla a la exageración se la llevó Enrique Maya diciendo que él llamaba nazismo a ir “marcando los comercios con una cruz, como a los judíos en la época de Hitler.”
Tranquilos todos. No se trata más que de un plan que ya se puso en marcha en el año 1994 en Burlada y en el que hoy en día ya participan más de 265 establecimientos de toda la Comarca de Pamplona y Puente la Reina. Desde los servicios de euskera de los ayuntamientos a aquellos que tengan interés en el tema se les ofrecen servicios de traducción gratuita así como ayudas para aprender euskera y poner la rotulación del establecimiento también en esta lengua.
Y nada más.